martes, 16 de junio de 2020

“Cuando vuelva la normalidad”... ¿VOLVER A LO NORMAL?

En el primer texto reflexionábamos en torno al “siempre se hizo así”, y luego, en el siguiente, nos detuvimos a pensar la identidad de nuestro ser animador y la necesidad de volver Dios como origen y fuente de nuestra praxis. Hoy queremos detenernos a pensar sobre la vuelta a lo “normal”. ¿Qué queremos decir cuando anhelamos “volver a la normalidad”?

Evidentemente la normalidad es comprendida como una sucesión de cosas que se vuelven rutinarias, identificando así lo normal con la rutina. Cuando algo en ella se ve abruptamente modificado irrumpe aquello que identificamos como “anormal”. Por suerte, este último tiempo la palabra normal y todos los sentidos que se le asignan, están siendo bastante cuestionados, sin embargo, queremos rescatar uno de ellos y centrar nuestras búsquedas allí. Queremos pensar qué es lo normal en nuestro apostolado, a fines de problematizarlo y convertirlo en una riquísima posibilidad de evaluar nuestras prácticas.

La detención de actividades, como ya hemos dicho anteriormente, puede ser un problema, pero también lo podemos asumir como una enorme oportunidad. Es la chance para re-pensarnos, re-significarnos, re-encontrarnos, re-animarnos… Se vuelve normal levantarnos temprano en la semana, estudiar o ir a trabajar, rodearme de afectos, revisar las redes sociales, esperar que llegue el viernes a la noche, preparar el mate, salir el sábado para el barrio, juntarnos a la noche, almorzar en familia y preguntarnos por qué es tan deprimente la tarde de los domingos. La monotonía se va apropiando de nuestra vida. La ida al barrio no es descalzarse en tierra santa, sino que es lo normal, una actividad más. Los pibes del apostolado se convierten en compañeros o enemigos del equipo de fútbol, pero durante la semana, los apuntes ocupan su lugar. La presencia de Dios volverá a cobrar sentido cuando el sábado o el domingo tengamos que escuchar al cura en misa. Y así, lo normal se apropia de todo. 

Sin embargo, pareciera que con estas ideas estamos instalando una contradicción, porque nuestra espiritualidad es de lo cotidiano y no de las cosas extrañas o “anormales”. Sin embargo, estamos llamados a hacer de lo ordinario algo extraordinario, y esa es la posibilidad de salir de la normalidad, de escaparle a lo mismo de siempre, no por inventar cosas nuevas, sino por cómo nos disponemos a vivir lo de cada día. A partir de esto, se nos ocurre que podemos pensar la “normalidad” en tres aspectos: el apostolado, la vida comunitaria y la vida del animador. 

El apostolado: ¿qué cosas hemos normalizado y resulta que no lo son tanto? (hambre, violencia, adicciones, entre otras cosas), ¿por qué hacemos lo mismo todos los sábados?, ¿el apostolado se vive el fin de semana o toda la semana?, ¿cómo podemos hacer que los pibes estén presentes toda la semana dentro de nuestra vida?, ¿qué lugar ocupa el apostolado en mi vida?, ¿es un lugar de encuentro con Dios o solo es un lugar que me hace sentir bien?, ¿vamos a sacarle sonrisas a los pibes o vamos a luchar por intentar construir el Reino?, ¿rezamos por el barrio y los pibes, o no es tan importante como “hacer, hacer y hacer”?

La vida comunitaria: ¿se volvió normal encontrarnos y no saber lo que le pasa al otro?, ¿qué espacios tenemos para acompañarnos y sostenernos?, ¿sabemos lo que cada uno está viviendo en su “normalidad”?, ¿rezamos unos por otros?, ¿entendemos que el otro es indispensable para lo que hacemos? Pensando la comunidad donde se inserta el apostolado: ¿nos cortamos solos?, ¿quiénes más están en el barrio y son la oportunidad de tender puentes para acompañar mejor?, ¿cómo nos relacionamos con la gente que nos da una mano?, ¿cuidamos a quienes nos cuidan?

La vida del animador: ¿qué lugar tiene el apostolado en lo “normal” de mi vida?, ¿de qué manera puedo transformar lo ordinario en extraordinario?, ¿voy porque me siento bien o hay algo más profundo?, ¿qué lugar ocupa la oración en lo cotidiano?, ¿rezo por los pibes?, ¿de qué manera puedo articular mi vida con mi ser animador?, ¿qué cosas se volvieron “normales” y me gustaría repensarlas?, ¿qué tengo para aportar al apostolado y a la vida comunitaria? 

Nada debe y puede volver a la normalidad, o en todo caso, que se vuelva normal cuestionar y repensar la “normalidad” con los lentes de Dios que hace nuevas todas las cosas (Ap. 21, 5).


CULTURA DE BARRO




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