lunes, 2 de julio de 2018

Ante la urgencia, salir al encuentro.


“Es tarde pero es nuestra hora.
Es tarde pero es todo el tiempo que
tenemos a mano para hacer el futuro. 
Es tarde pero somos nosotros esta hora tardía.
Es tarde pero es madrugada si insistimos un poco”
Mons. Pedro Casaldáliga

En estos días se han conocido algunas cifras de diversos estudios, llevados a cabo por el Observatorio de la Deuda Social, perteneciente a la Universidad Católica Argentina.  Allí se afirma que el 48% de niñas y niños de nuestro país se encuentran bajo la línea de la pobreza, y un 33% de ellos se alimentan en comedores. Si bien estas cifras pueden chocar y ser duras, una vez más afirmamos que, detrás de tecnicismos y números, se encuentran rostros, historias concretas de familias enteras que padecen de la violencia del descarte, de un sistema que los quiere fuera.

El tiempo pasa pero hay algunos slogans del argentino promedio que no cambian. Uno de ellos es el siguiente: “no hay que darles el pescado, sino hay que enseñarles a pescar”. Ante esto, vuelven a mi mente, aquellas palabras pronunciadas por Monseñor Casaldáliga y retomadas por Eduardo Galeano:

“¿Qué pasa si nos envenenan el río?
¿O si alguien compra el río, que era de todos,  y nos prohíbe pescar?
 O sea: ¿qué pasa si pasa lo que está pasando?”

Ante esta situación, se requiere valentía para afrontar los límites que encuentra una y otra vez, nuestra tarea pastoral. Pero, ¿cómo encontrarle la vuelta? Muchos dirán que hay que pensar en innovar la respuesta, en encontrar nuevos caminos. Tal vez pueda ser una opción, siempre y cuando la cuestión no se estire. Pero aquí, frente a la urgencia que impone la violencia del hambre, no puedo sino volver a Jesús. En el cap. 5, versículos 21-43 del Evangelio de Marcos, podemos encontrar unas pistas que nos ayuden a dar respuesta y ponernos en movimiento.

En este pasaje se relatan dos historias que se entrecruzan y, a primera vista, parecen tener poco en común.  La primera escena es la de Jairo,  jefe de la sinagoga, quien busca a Jesús urgentemente por el estado de salud de su hija.  Camino a la casa de Jairo, se entrelaza la otra historia. Una mujer que padecía hemorragias y había gastado todo su dinero sin conseguir curarse, se acerca entre el tumulto hasta Jesús y toca su manto. En ese momento, cuenta el relato bíblico, la mujer quedo curada. Jesús al darse cuenta de esto, la busca y le dice que su Fe,  fue lo que la salvo. Inmediatamente se retoma la primer historia y, antes de llegar a la casa, algunos hombres avisan a Jairo que la niña ya estaba muerta; pero Jesús, sin dar lugar a ello, dijo al padre: “No temas, basta que creas”. Al llegar a la casa, los parientes estaban llorando y se burlaron de Jesús, cuando Él les dijo que la niña solo dormía. Al entrar a la habitación, el Maestro ordenó a la niña que se levante, asombrados sus padres veían como su hija se ponía de pie, mientras el Nazareno ordenaba que le dieran de comer.

¿En qué se parecen estas historias, que a primera vista nos parecen desconectadas? Tanto Jairo como la mujer, se encuentran frente a una situación límite, urgente, que no requiere titubeos. Una enfermedad prolongada, incurable por un lado; y el fallecimiento de una hija por el otro.

¿Qué puede decirnos este pasaje frente a esta realidad que vivimos y sentimos en las barriadas? La actitud de Jesús es clara, responde a la urgencia con inmediatez, no se queda en discursos bellos, no predica superficialmente sobre la fe. El Nazareno actúa, vive su Fe, la pone en juego, la hace carne. A partir de aquí,  me parece valioso rescatar una actitud, que viene siendo muy vapuleada desde diversos sectores. Salir al encuentro de la necesidad del Otro/a, frente a una situación en que no puede, no es caridad vacía para borrar culpas, no es asistencialismo vano, no es tapar baches. Salir al encuentro de la necesidad del Otro/a es amar, amar donde duele, tratar de sacar adelante una situación que exige respuestas urgentes.  El Papa recuerda que “ninguno de nosotros debe mirar a los demás de arriba abajo. Podemos mirar a una persona así, solo cuando lo ayudamos a levantarse”[1]. Esta actitud, denostada desde ciertos progresismos de escritorio, hoy cobra un papel urgente. No podemos quedarnos en debates académicos-técnicos que son necesarios, en tanto puedan dar respuesta a mediano y largo plazo. Pero frente a la urgencia, la acción, el ir hacia aquel que necesita se vuelve algo vital. Recordando otro pasaje bíblico (Mt.14, 13-.31), Jesús no optó por  enviar a la multitud a sus casas, sino decidió tomar las riendas y, junto a los discípulos, con lo que cada uno traía,   dar de comer a la multitud. En ese momento,  Jesús no se puso a predicar, no les dijo vayan a pescar, no se desentendió del tema como en primer momento sugirieron los discípulos (“despide a la multitud para que vayan a las ciudades a comprarse alimentos"); en ese momento Jesús actúa, pide que cada uno ponga lo que tiene, por más mínimo que parezca, por más que sean tan solo cinco panes y dos pescados para una multitud. Es aquí donde cimentamos nuestra Fe, no es una espera ilusoria, sino certeza firme que brota cuando nos sabemos juntos, en búsqueda del Reino y su justicia; donde cada uno pone lo que tiene y lo que no también, donde una gauchada es un montón y donde los debates televisivos quedan de lado, porque ante la urgencia, no podemos sino más que ir al encuentro.

Por ello, cuando no demos abasto y se refloten nuestros límites. Confiemos aún más en Dios, quien eligió hacerse Pobre y hoy, vive entre y en cada uno de ellos. Como dijo un cura amigo, la astucia del pobre es pura Gracia (y aquí reside nuestra esperanza). Como aquella mujer que se acercó a Jesús con miedo, casi como “punguéandole” un milagro, por no creerse digna, pero su Fe profunda, le ayudó a afirmar con fuerza, que Dios no abandona nunca a sus hijas e hijos.

Gustavo

CULTURA DE BARRO.



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