viernes, 3 de febrero de 2017

Estamos hechos de historias

Eduardo Galeano dijo una vez que estamos hechos de historias. Para frases como esta, debe haber tantas interpretaciones como personas que las lean. En mi caso, y como tantas cosas en mi vida, me es imposible no relacionarla directamente con el oratorio. Creo que en vez de decir estamos hechos de “historias”, bien podría decir “personas”, “momentos”, “sensaciones”, “encuentros”, o “vidas”. Porque es todo eso lo que nos hace ser lo que somos.

 Quizás actuaríamos o haríamos las cosas de una manera distinta si pensáramos que hasta el más mínimo movimiento o palabra que salga de nosotros puede influir en la vida de alguien más. Ese es el punto clave para este momento: “influir en la vida de alguien más”. Para empezar, partamos de la afirmación de que el oratorio cambia vidas. A mí me cambio la vida. Soy consciente de que pienso como pienso, hablo como hablo, hago lo que hago y vivo como vivo porque, un día, el oratorio apareció en mi vida. Tiene mucho que ver con lo que soy. Seguro a muchos les pasa lo mismo, o les está pasando, o quizás, ojalá, les pase. Y cuando digo el oratorio, no me refiero a la tarde de sábado. Es decir, eso también, pero sería nada sin las personas que me cruce ahí, lo que sentí ahí, lo que me hayan dicho o haya visto ahí, sin haber conocido a Don Bosco. 

También tenemos que saber que entre nosotros mismos nos podemos cambiar la vida, con un abrazo al hermano que tengo al lado, con darle la palabra al animador que recién empieza, con preparar el mate y ponernos a charlar de la vida, con ofrecerme para ir a lavar las tazas y dar el ejemplo. E incluso ahí me estoy quedando corto, porque hasta ahora hable de cambiar mi vida y la de los animadores que caminan conmigo. Pero me estoy olvidando de lo más importante. De quienes le dan razón de existir al oratorio. Los pibes. Siempre los pibes. Lo más importante son los pibes. Cuando aparecen esas dudas de que es lo que estamos haciendo acá, cuando no sabemos si vale la pena el laburo de toda la semana, cuando pensamos que a lo mejor es al pedo, esta es la convicción que me repito para confiar en el poder transformador del oratorio: Nosotros, así como somos, con nuestros defectos y virtudes, tenemos en nuestras manos la posibilidad concreta y real de cambiarle la vida a un pibe. Con todo lo que eso significa, con lo valioso y preciado que es una vida humana, ahí estamos nosotros para hacer que sea la vida más hermosa posible. Diciéndolo así, la responsabilidad que tenemos es inmensa, todo un compromiso que la vida de alguien más depende de vos. Entonces, si entiendo eso, ¿qué otra motivación necesito para hacer lo que hago, para adoptar al oratorio como forma de vida?

Y se me ocurre una cosa más para sumar a todo este palabrerío y que quizás sirva a modo de resumen, o conclusión: aguante la reciprocidad. El famoso dar y recibir. Borremos esa barrera imaginaria que a veces usamos sin querer, del “nosotros/ellos”, “nosotros vamos al barrio para ayudarlos a ellos”. No vayamos al encuentro con nuestros pibes esperando cambiarlos para que sean como nosotros, en todo caso construyamos un espacio en el que quepamos todos, y que ese “nosotros” también los incluya a “ellos”, teniendo en claro que “los pibes” somos todos, todos somos pibes de Don Bosco, todos necesitamos de otro y a todos nos tocó la vida el oratorio.

Hace seis años que conozco a los salesianos. Llegue de casualidad, sin tener idea de a dónde iba, sin saber que hacían ni nada, un día un amigo me invito y fui. Desde que estoy en el SAP (Córdoba), en el oratorio, mi querido oratorio, siento que crecí mucho, en muchos sentidos. Aprendí mucho, viví muchas cosas, me replanteé una y otra vez mi forma de mirar y pensar el mundo (y lo sigo haciendo) y conocí a las mejores personas que conozco. A partir de todo eso es que puedo compartir este texto, sabiendo que no son ideas cerradas, sino que todavía tienen mucho para recorrer, pero confiando en que esta bueno compartir lo que uno piensa y siente, y que a lo mejor a otro también le sirve.

A meterle para adelante, a dar lo mejor de cada uno, a intentar ser siempre mejor que antes para tener más para dar, que nuestras convicciones pesen más que nuestros miedos, a llenarnos de barro, a entregarnos por los pibes, por sus familias y por sus vidas, porque hablar de cambiar el mundo no es utopía si yo mismo puedo cambiárselo a quien tengo al lado.



Santiago Garione






No hay comentarios.:

Publicar un comentario