jueves, 5 de enero de 2017

Los únicos imputables son los que no confían

Nuevamente, como sucede cada cierto tiempo y como si fuera una alternativa real, se planteó bajar la edad de imputabilidad en el país, establecida, hoy en día, en 16 años.

No ignoramos las graves problemáticas que atraviesan a nuestra sociedad, y es por eso que creemos, firmemente, que bajar la imputabilidad no traerá soluciones, sino mayores estigmatizaciones a los pibes y a las pibas de las barriadas, como así también una profundización en la fragmentación del tejido social.

En varios países de Latinoamérica tales como México, Costa Rica, Venezuela, Ecuador y Honduras, se estableció la edad de imputabilidad en 12 años. Esto no impidió que el crimen se profundizara y que la red narco se expandiera involucrando a pibes y pibas en sus actividades ilegales y deshumanizantes. Claramente, la reproducción, tanto de la violencia como de los actos criminales, encuentra fundamento en el recrudecimiento de la violencia institucional, en los mecanismos represivos y en la impunidad con la cual se manejan los sectores que ostentan mayor poder en el país. Esto último es un hecho de gran relevancia ya que, ante la impunidad, los límites se expanden para permitir lo que antes era inconcebible. Por lo tanto, podría llegar a pensarse, ¿qué tan negativas podrían ser las consecuencias de mis actos cuando, durante los 90 y posteriormente también, hubo funcionarios públicos que se enriquecieron ilícitamente y no recibieron condena ni castigo alguno y, más aún, hay quienes continúan desempeñándose en la esfera pública? Es por eso que son los sectores de mayor poder y capital los que han generado el recrudecimiento de la violencia y de la impunidad. A raíz de esto, consideramos que disminuir la edad de imputabilidad no hace otra cosa que tapar otros tantos errores y deficiencias que perjudican directamente a la juventud. Nos expresamos de esta manera porque creemos que los empobrecidos y las empobrecidas se encuentran en una situación de mayor vulnerabilidad social al estar los barrios, y por ello los pibes y las pibas, entre los principales apuntados por el mercado narco; a su vez, el abandono del Estado implica, por lo tanto, un debilitamiento de todas las instituciones que desarrollan su labor barrial y, como resultado, el tejido social se ve profundamente afectado por la inhumana estructura de pobreza a la que se someten a tantos y tantas. A raíz de esto, muchos pibes y muchas pibas pretenden encontrar una salida o un escape criminalizándose, prostituyéndose o refugiándose en las adicciones; consumiendo su vida, poco a poco, sin poder concretar sus sueños, sus anhelos y sin poder enriquecer la vida de los demás con la suya propia. Porque eso es lo que son, pibes y pibas singulares, únicos y únicas, con una historia para contar, con un proyecto que realizar y con una voz para hacerse oír. Ni el crimen, ni la droga, ni la pobreza podrán quitarles el ser jóvenes. Sí podrán esconderlos, invisibilizarlos, hacerles quemar etapas, pero seguirán siendo hombres, mujeres, adolescentes, hijos e hijas de Dios.

Creemos, por supuesto, que hay alternativas que no pasan por la baja de la imputabilidad, ni por la imputabilidad en sí misma. El Papa Francisco manifestó hace unos años que "si bien existe una demanda social muy fuerte a favor de la institucionalización, los tratamientos con larga privación de libertad no han logrado buenos resultados. Esto queda demostrado ya que ocho de cada diez presos adultos pasaron por Institutos de Menores" (Jorge Bergoglio, Carta por la Niñez y su Anexo, 2005).

En este sentido, estamos convencidos y convencidas de que es posible reconstruir el tejido social que el neoliberalismo destruyó durante los años 90 y que, hoy en día, vuelve a atentar contra la sociedad. Una verdadera política de seguridad estatal implicaría forjar lazos y tejer redes para que las instituciones, las ONGS, los grupos parroquiales y las organizaciones que nacieron para abocarse a suplir al Estado en su ausencia en los barrios puedan elaborar, en conjunto, un entramado inclusivo en un proyecto, en un plan de acción que implique unir fuerzas, estrategias y recursos para revertir y combatir los riesgos y consecuencias de la tan injusta estructura de pobreza.  

Mientras tanto sigamos educando desde nuestros apostolados y organizaciones, sigamos sosteniendo la vida allí donde más difícil resulta hacerlo. Y hagámoslo con ternura, proponiendo el encuentro, el abrazo, la palabra y la mirada, el amor y la inequívoca experiencia de que hay un Dios que nos ama y que puede llenar una vida. Ayudemos a los pibes y a las pibas a conocer a ese Dios, padre y madre, que los y las reconoce como jóvenes, que no entiende de edades ni determina, como lo hacen tantos opinólogos y opinólogas, cuándo un joven o una joven deja de serlo para empezar a ser “una lacra, un chorro, un mutante”.


Y no dejemos de creer, por favor, no dejemos de hacerlo, que los únicos imputables son los que no confían.



CULTURA DE BARRO



4 comentarios:

  1. Gracias por brindar luz a tanta neblina densa, desorientadora. Voy a compartir esta reflexion tan humana y cristiana.

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    1. Gracias a vos Alejandra por sumarte a la reflexión. Te animamos a que sigas compartiendo tus resonancias. Que tenga un buen año! Te mandamos un abrazo.

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  2. Muy linda reflexión, ayuda a animar el servicio cotidiano hacia los pibes y pibas que hoy mas que nunca necesitan de un amigo, GRACIAS.

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    1. Sí, Samuel, estamos de acuerdo con vos, muchísimxs jóvenes necesitan ser acompañadxs, sostenidxs y escuchadxs. Ojalá todxs podamos ser instrumentos para que lxs pibxs descubran esa presencia amorosa de Dios en sus vidas. Que tengas buen año, te mandamos un gran abrazo!

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