jueves, 27 de octubre de 2016

#Paraquenotepase: políticas de seguridad, Jesús y Don Bosco.

Hace un par de semanas se convocó en diversos puntos de país a la realización de una marcha en contra de la inseguridad, la impunidad y la injusticia. La misma fue convocada por diversas organizaciones compuestas por familiares y amigos de hombres y mujeres afectados por la comisión de algún delito y alcanzó una rápida viralización mediática por medio del hashtag #paraquenotepase.

Atravesado por la curiosidad, empecé a indagar en los tweets que muchas personas iban compartiendo donde este hashtag estaba mencionado, con la sorpresa (o en realidad no tanto) de encontrarme con una enorme cantidad de comentarios que mencionaban a Dios. Les comparto algunos de los que más me llamaron la atención:

“Un juez que no cree en las penas es cómo un cura que no cree en Dios”
“Si la ley no nos ayuda, la justicia divina de Dios lo va a hacer”
“Que Dios bendiga Argentina y los jueces estén a la altura, sino que abandonen sus puestos”
“Dios quiera que esta marcha sea una bisagra en la lucha contra la inseguridad”
“Es misión de Dios perdonar a los narcos y a los violadores, es misión del estado enviárselos cuanto antes”

La verdad que con algunos de ellos quedé impactado. Rápidamente me volvió a habitar una pregunta qué me estoy haciendo mucho en este último tiempo: ¿en qué Dios creo? ¿En qué Dios creemos? ¿En el Dios de Jesús? ¿En un Dios hecho a nuestra imagen y semejanza? En muchas ocasiones –y esta es una de ellas-, creo que a veces utilizamos a Dios para legitimar o justificar algunas miradas que muy lejos están del núcleo fundamental del Evangelio.

No es la intención de estas palabras poner en tela de juicio la validez o no de participar en marchas contra la inseguridad. Simplemente creo que es necesario convencerse de una vez por todas que la propuesta del Dios de Jesús atraviesa todas las dimensiones de nuestra vida. La fe y la vida no pueden transitar senderos distintos, sino que más bien la fe es la clave de lectura de todas estas dimensiones: la política, la económica, la social, la cultural y también la de las políticas de seguridad.

Por eso me llama la atención el uso que tantas veces le damos a Dios para pedir mano dura o la instalación de un modelo represivo en relación a los delitos. ¿En serio alguien puede justificar la pena de muerte desde Jesús? ¿A alguien se le ocurre que el  Evangelio puede legitimar los linchamientos? ¿Acaso la pedagogía de Dios, tan delicadamente descripta por el Evangelio de Lucas en el pasaje de los discípulos de Emaús, incluye la violencia, la represión, el castigo desmedido, la desconfianza?

Mirar cristianamente las políticas de la seguridad implica leer todo lo que forma parte de ellas desde los ojos de Jesús. Sino, lejos estamos de creer en el Dios revelado por Él. Resulta urgente asumir una mirada compleja, multidimensional y crítica acerca de la seguridad para no caer en discursos simplistas que no sólo se alejan de nuestra fe, sino que están desacreditados por todos los estudios serios acerca de criminología, por más que los grandes medios de comunicación los sostengan una y otra vez. 

Francisco lo expresó con claridad en su visita a la cárcel de máxima complejidad de México: “el problema de la seguridad no se resuelve encarcelando gente”. También en Evangelii Gaudium, se expresa ante esto en el N°59 “cuando la sociedad abandona en la periferia una parte de sí misma, no habrá programas políticos ni recursos policiales o de inteligencia que puedan asegurar indefinidamente la tranquilidad. Esto no sucede solamente porque la inequidad provoca la reacción violenta de los excluidos del sistema, sino porque el sistema social y económico es injusto en su raíz”.  Redimensionar nuestra mirada, es también comprender que no hay una única causa de la inseguridad, no son las condiciones de pobreza lo que provocan unidireccionalmente los hechos delictivos; la cuestión es más amplia y, como Jesús, debemos estar dispuestos a ampliar nuestra mirada.

Me conmueve leer a nuestro querido Papa argentino en una carta enviada a la madre de una víctima de un linchamiento: “sentía las patadas en el alma. No era un marciano, era un muchacho de nuestro pueblo. […] Me acordé de Jesús: ¿qué diría si estuviera allí de árbitro?: el que este sin pecado que dé la primera patada. Me dolía todo, me dolía el cuerpo del pibe, el corazón de los que pateaban. Pensar que a ese chico lo hicimos nosotros” Decididamente excluir de la fe dimensiones tan cotidianas como esa, es creer en un Dios diferente al que nos presentó Jesús.

Para terminar me parece lindo compartir estas palabras de alguien que la tenía muy clara: Don Bosco. En su opúsculo sobre el Sistema preventivo, finaliza con una frase que nos tiene que tocar el corazón, sobre todo a los creemos en su propuesta educativa: “Si se pone en práctica este sistema en nuestras casas, creo que podremos obtener buenos resultados sin acudir ni al palo ni a castigos violentos. Hace cerca de cuarenta años que trato juventud y no recuerdo haber impuesto castigos de ninguna clase y, con la ayuda de Dios, he obtenido siempre no sólo cuanto era obligatorio, sino también lo que sencillamente yo deseaba, y esto de aquellos mismos alumnos sobre quienes parecía perdida esperanza de buen resultado


Sigamos pensando, reflexionando y problematizándonos, #paraquenotepase perder la compasión, la misericordia y sobre todo la mirada de fe sobre nuestra realidad a la cual nos invita el Dios de Jesús.

Mauro

CULTURA DE BARRO


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