miércoles, 27 de julio de 2016

Bajar al encuentro de Dios

El título se corresponde con una idea del jesuita Benjamín González Buelta S.J., quien tiene un libro publicado con ese título. Siguiendo con las ideas del artículo anterior[1], este título, me parece una imagen fenomenal para hablar de la necesidad de la oración para nosotros, animadores salesianos, comprometidos con la realidad de nuestra gente.

Como decíamos anteriormente, la oración es experiencia de encuentro. Encuentro con un Otro con mayúsculas, que es Dios Padre y Madre. Para que un encuentro pueda ser posible son necesarias dos partes, dos cosas, dos personas. En este caso somos nosotros con nuestra pequeñez y Tata Dios con su grandeza, lo finito se abre a lo infinito, lo pequeño a lo grande.

Podemos entonces aspirar a tener un encuentro intentando “volar”, saliendo de nuestra realidad para tener algún tipo de experiencia mística o sobre natural. En nuestro caso, estamos llamados a bajar al encuentro de Dios, en lugar de subir no sé a dónde, porque creemos que Él está presente entre nosotros, que pasea por nuestras calles, que visita nuestros barrios, que está presente entre los jóvenes, especialmente los más pobres. 

En el artículo número 86 de las Constituciones Salesianas, que son la “regla de vida” para los consagrados como Salesianos de Don Bosco, se proponen algunas características de la Oración Salesiana, muy buenas para recordarlas. Dice la primera parte del artículo: “Dócil al Espíritu Santo, Don Bosco vivió la experiencia de una oración humilde, llena de confianza y apostólica, que de modo espontáneo enlazaba la oración con la vida”.

Al hablar de praxis pastoral, hacemos referencia al complejo proceso donde se mezclan momentos como la reflexión de la acción, la ejecución, la evaluación. Es un movimiento complejo porque se va dando todo junto: acción y reflexión, reflexión y acción. A este concepto de praxis pastoral podemos enriquecerlo cuando lo atraviesa la oración, que por eso es humilde, llena de confianza y apostólica, porque se inserta en este proceso disponiendo la acción y confiándola a Dios, se inserta durante las obras porque da fuerza y acompaña, y aparece nuevamente en el final, para poder ver el paso de Dios por nuestra vida. Nuestra oración atraviesa la vida de nuestro apostolado de punta a punta, envuelve nuestras actividades.

El segundo párrafo reza: “De él aprendemos a reconocer la acción de la gracia en la vida de los jóvenes: rezamos por ellos, para que se cumpla en cada uno el plan de Dios, y rezamos con ellos para dar testimonio de nuestra fe y compartir la misma esperanza de salvación”. 

Nuestra vida de oración nos lleva a rezar por los niños, jóvenes, familias, por quienes damos la vida y nos comprometemos a construir el Reino allí. Pensamos actividades, llevamos propuestas, entre otras cosas, pero rezamos por ellos también, porque creemos en la gracia de Dios que abre los corazones y transforma. Pero no nos alcanza rezar por ellos, rezamos también con ellos, proponemos espacios de oración, proponemos espacios de celebración, de lectura popular de la Palabra de Dios, talleres de formación, entre otras cosas, porque creemos en la fuerza transformadora y subversiva de la oración que alienta la vida.

Culmina el artículo afirmando: “La oración salesiana es gozosa y creativa, sencilla y profunda; se abre a la participación comunitaria, conecta con la vida y en ella se prolonga”

La oración salesiana adquiere formas originales porque se empapa de la cultura, toma los elementos buenos de la realidad para volverlos un puente hacia Dios. Se vale de los acontecimientos, de los recursos, de la música, de un mate, entre otras cosas que se vuelven un medio para encontrarse con Dios. Lo importante es acordarse de que el fin es el encuentro con Dios y no los medios que usamos para eso, porque pareciera que si no está tal canción, tal mantel, tal texto, tal animador, tal baile, no podemos rezar.

Nuestra oración no es intimista, no se cierra a la relación yo-Dios y el resto ánimo, no tienen cabida, sino que se convierte en un yo-nosotros, que se comunica con Dios. Es oración que se abre a la comunidad, rezamos como comunidad de hermanos. En la comunidad encontramos la fuerza para caminar. No somos “francotiradores”, sino que necesitamos la presencia de los otros, nuestra oración es comunitaria.

Además, nuestra oración conecta con la vida, está llena de rostros, de nombres, de historias, de realidades, de dolores, de pedidos, de quejas, de agradecimiento, de fiesta. No podemos concebir nuestra oración si ella no está impregnada del barro de nuestra realidad. 


Pistas para seguir creciendo:

  • Estamos llamados a bajar al encuentro de Dios… El habita entre nosotros.
  • Oración llena de rostros, historias, situaciones, nombres y apellidos. 

Emiliano

CULTURA DE BARRO






[1] http://culturadebarro.blogspot.com.ar/2016/07/desafiados-la-contemplacion-en-la-accion.html

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