lunes, 13 de junio de 2016

El Dios de Jesús, no es meritocrático






Para aquellos que vamos transitando nuestra cotidianidad en la búsqueda de contribuir a la construcción del Reino de Dios, intentando desentrañar nuestra compleja realidad desde la mirada de Jesús y desde los criterios del Evangelio, la situación en nuestra querida tierra América Latina se va tornando un tanto complicada.

Identificamos con claridad la lenta pero sostenida búsqueda de ciertos sectores de poder de implementar el retorno del paradigma capitalista y neoliberal a la vida política, económica y cultural de nuestro país y de otras naciones hermanas de nuestra América (creyendo que seguramente tiene que ver con esta realidad la cuestionable destitución de la presidenta de Brasil). Frente a eso se nos vienen las palabras del Papa Francisco en Evangelii Gaudium y las de San Juan Pablo II en Centesimus Annus y en Solicitudo Rei Socialis condenando con energía esta inhumana manera de entender la economía y el funcionamiento del mundo. También recordábamos al entrañable Padre Obispo Hesayne en su tan actual y difundido texto titulado “no se puede ser cristiano y neoliberal”.

Presenciamos también, en el último tiempo, un intento sistemático y constante de imponer, incluso desde el propio poder político, a la meritocracia cómo un valor e incluso como modelo paradigmático de enfrentar la vida. Ante eso se nos venía al corazón a Jesús recordando que Tata Dios “hace salir el sol sobre justos e injustos (Mt. 5, 45).

También recordábamos la parábola de los obreros de la última hora (Mt. 20, 1-16). El texto nos recuerda estas hermosas palabras: “quiero dar a este que llega último lo mismo que a ti. ¿No tengo derecho a disponer de mis bienes como me parece? ¿Por qué tomas a mal que yo sea bueno?” (Mt. 20, 14-15). Cómo estas, podemos encontrar cualquier cantidad de episodios bíblicos que nos llevan a afirmar más que nunca que la meritocracia nunca puede sintonizar con una forma cristiana de enfrentar el día a día. Pensá en los fragmentos que te compartimos recién, en la parábola del padre misericordioso, en Jesús perdonando al ladrón, en San Pablo diciéndole a los Romanos que “por la obediencia de un solo hombre todos se convertirán en justos” (Rom. 5, 19)  o en el profeta Oseas casándose con una prostituta.
Ante todo esto, nos empezamos a preguntar cómo podemos responder ante esta situación tan difícil, donde el entramado político, económico y financiero quiere reinsertarnos en lógicas contrarias al espíritu del Evangelio y a la propuesta del Reino qué siempre pone el centro a los más pobres y necesitados. También se nos viene a la cabeza cómo seguir apostando por un Dios que es pura gratuidad y por lo tanto, nada cercano a la meritocracia.


Sin dudas que el camino por el cual debemos transitar es aquel donde, palabras y acción,  son reflejos del Dios de la gratitud en el cual creemos. Deconstruir la meritocracia en nuestros espacios pastorales se torna hoy, un desafío necesario. Sostener que todos tienen las mismas oportunidades y, por ello, es mérito de cada uno “hasta donde llega” es una gran mentira. Lo podemos ver cada día en los barrios, en las calles, en las esquinas. Hay muchos que no tienen la posibilidad de vivir dignamente: casa, educación, familia y comida lamentablemente no son común a todos. Y esto, claro está, no es por no haber hecho mérito; es por ser considerados “desechables”.  

Francisco nos recuerda que “la dignidad de la persona humana y el bien común están por encima de la - tranquilidad de algunos que no quieren renunciar a sus privilegios. Cuando estos valores se ven afectados, es necesaria una voz profética” (EG n°218). ¡No tengamos miedo a denunciarlo! ¡Pongamos esto en debate en nuestra cotidianidad!  Capaz que no sea necesario recurrir a grandes discursos, sino más bien en palabras y gestos sencillos que hagan notar que la meritocracia es contraria a la dignidad que tenemos como seres humanos. De algo tenemos que estar seguros, frente a esta situación no podemos quedarnos inmóviles. Debemos  ser partícipes de la historia,  como nos pide Francisco.  Con firmeza y convicción gritemos juntos ¡No a la meritocracia! ¡Si a la gratuidad que nos viene de Dios! 

P/D: Si no lo viste aún, te invitamos a ver el video "Projimocracia" disponible en https://www.youtube.com/watch?v=_LbcRyR9nPM



Mauro 

CULTURA DE BARRO






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