En el capítulo 3 del libro
del Éxodo, Dios Padre invita a Moisés a descalzarse: “Quítate las sandalias
porque el suelo qué estas pisando es tierra santa”; y luego de eso le confiará
el profundo dolor que siente por la opresión que sufre el pueblo israelita y lo
elegirá cómo instrumento para quitarle el velo de la esclavitud. En ese lugar
Dios salió al encuentro, llamó, interpeló y le confió a Moisés la misión de la
liberación de su pueblo. Por eso es que ese lugar será “tierra santa”.
Creo que todos los que nos animamos a dar una mano en
la construcción del Reino entre aquellos que constituyen la compasiva
predilección de nuestro Padre, los que están en los márgenes, los que han sido
expulsados, los más vulnerables, también podemos escuchar la voz de Dios
diciendo: ¡Descalzate, porque estás en suelo sagrado! en cada uno de los
lugares donde ellos están. Es allí donde, cómo hizo hace miles de años con
Moisés, el Tata nos llama, nos interpela y nos confía la misión de ser
instrumentos de liberación, al mismo tiempo que nosotros nos vamos liberando.
Por eso la barriada fue, es y será siempre, nuestra tierra santa.
El barrio: ese complejo entramado de relaciones dónde
encontramos una increíble vivencia de los valores evangélicos, una fuerza de
voluntad y de lucha para encarar el día a día qué nos deja perplejos a más de
uno y una intensa y confiada fe (qué a veces denominamos no tan convencidos
como “piedad popular”)… ese mundo donde también muchas veces se hace presente
una innumerable serie de esclavitudes que afectan a los pibes y las pibas;
esclavitudes qué son consecuencia de un modo de pensar y entender la vida al
cuál muchas veces nos acostumbramos (o al menos confirmamos con nuestra
omisión). El barrio: ese sitio ubicado en un rinconcito de la ciudad, pero
también en un rinconcito del alma, en el cuál podemos encontrarnos cada vez que
andamos por ahí con ese Dios que sufre, que padece y qué nos llama para calmar
su dolor y liberar su opresión.
Para los que tratamos de vivir con intensidad la
misión salesiana (o todos lo que laburan en el mundo juvenil), el barrio es
muchas veces esa “tierra sagrada” dónde nos encontramos con aquellos que
constituyen nuestro “espacio teológico” por excelencia: los pibes más pobres,
más vulnerables, más marginados. Como diría en su canción “Santo Callejero” el
P. Eduardo Meana, el barrio muchas veces es ese lugar donde “ser joven más está
doliendo”… el lugar donde se juega la historia.
Es por eso qué sin duda alguna podemos sintonizar con
el llamado de Dios en el barrio. Sin embargo, no sólo estamos llamados a un “estar
contemplativo en las barriadas” sin una mirada de fe activa, sino a “patear las
barriadas”. Ponerse en camino es la actitud fundamental de todo cristiano. El
relato de Emaús es el ícono perfecto que nos expresa la pedagogía con la cuál
Jesús nos invita a anunciar que existe y qué su amor puede llenar una vida:
para escuchar las tristezas y lamentaciones de los últimos, para poder
compartir juntos el mensaje liberador del Evangelio y celebrar la vida
recorrida es preciso en primer lugar ponerse en camino con los demás, con un oído
atento y un corazón dispuesto a todo.
El Evangelio nos muestra siempre a Jesús en camino.
Caminando vio a sus primeros discípulos y los llamó. En el camino encontró
sentado al ciego de Jericó y lo curó. En el caminó acompaño las tristezas de
los discípulos de Emaús. Cuando algún discípulo no comprendía su mensaje, lo
advertía y lo hacía regresar al camino. Cuando nos presenta el ejemplo del Buen
Samaritano, nos exhorta a estar atento al qué está en el camino para poder
ayudarlo... y así podemos nombrar muchísimos pasajes evangélicos que nos hablan
de la actitud de peregrino de Jesús. Ponerse en camino, “patear la tierra
sagrada” es, entonces, con certeza una buena actitud para seguir los pasos de
Jesús.
El papa Francisco nos dirá en este sentido: “Cada
cristiano y cada comunidad discernirá cuál es el camino que el Señor le pide,
pero todos somos invitados a aceptar este llamado: salir de la propia comodidad
y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio”[1]
Patear el barrio es la actualización de la actividad
de Jesús en nuestro tiempo. Es sintonizar con su pedagogía y con sus
predilectos. Es estar atento a los rostros sufrientes que están en el camino y
hacerse uno con ellos. Es cuestionar nuestra propia vida y nuestras propias
comodidades. Es romper con los prejuicios y sumarse con entusiasmo a la
construcción del Reino. Es un verdadero descalzarse, porque entendemos que
estamos en Tierra Sagrada y que es allí donde Dios nos llama a ser sus
instrumentos para anunciar su mensaje de liberación a aquellos qué están
esclavos por las opciones que hicimos como humanidad.
Mauro
CULTURA DE BARRO
realmente lo vivis
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