lunes, 24 de agosto de 2015

En Busca del Centro - ¿Medio o Fin?

Mediante estas líneas, queremos proponer una serie de reflexiones que nos ayuden a pensar en nuestros apostolados, nuestras propuestas pastorales, dónde está el Centro, cuál es, cómo lo perseguimos. ¿Por qué una reflexión sobre algo que parece tan obvio? Simplemente porque muchos conflictos, frustraciones, desganos o desgastes, creemos que se producen por no anclar las motivaciones, en algo más grande que en nosotros mismos, los pibes y la garra que ponemos. 

La pregunta que instalamos hoy para ahondar es: ¿qué ocurre cuando un medio en la pastoral se transforma en un fin?, ¿podemos desde esta postura vislumbrar el Centro?

Muchas veces cuando preparamos materiales para trabajar con los jóvenes, juegos, reuniones, encuentro de catequesis, desfile, dinámicas, cantos, entre otras cosas, a la hora de realizarlos, no siempre tienen la eficacia con la cual lo planificamos. A veces resulta que nadie se prende, que faltan materiales, que todos se aburren, que preparamos para veinte y solo hay dos, recriminaciones del resto de animadores, y así la lista puede continuar.

Pensamos que no debe haber absolutamente ningún animador al cual esto no lo afecte, porque en el caso de que hubiera alguno que pueda ser indiferente, habría que preguntarle qué grado de compromiso e interés tiene con lo que hace.

Sin embargo, se pueden adoptar dos posturas. Por un lado pensar nuevas propuestas, intentar entablar un diálogo con los chicos, pedir ayuda a otros animadores, hablar con algún referente, entre otras salidas creativas que permiten continuar la reflexión. 

Desde una mirada más negativa, también se puede caer en la tentación de considerar que es un terrible fracaso, que no sirvo para esto, que nadie me presta atención, victimizándome y anulando toda posibilidad de general alternativas, o peor, criticando a los demás en lugar de mirarse uno. 

Ante una serie sucesiva de intentos fallidos, de broncas acumuladas, de indignación e impotencia, no queda más que dejar todo de lado y buscar nuevos caminos. Aparecen expresiones como: “uno se mata preparando todo esto y mira cómo te pagan”, “al final es siempre lo mismo”, “no sé qué más hacer”, “quizás el problema soy yo”, “otro lo puede hacer mejor”, entre otras que podrán detectar cada uno en sus realidades. Lamentablemente muchas veces, estas expresiones terminan con un paso al costado del animador que las vive, con faltas cada vez más reiteradas o un desgano que se contagia al resto de la comunidad.

Un desafío grande en este sentido, es aprender a acompañarnos como comunidad de animadores, con el mismo amor que acompañamos a los pibes, pero de manera más constante y profunda. El amor es el mismo, pero la responsabilidad y las formas son otras. Si verdaderamente queremos transmitir un testimonio de comunidad y de familia a los pibes, debemos en primer lugar generar vínculos y clima que lo permitan entre los animadores.

Entonces, volviendo a la pregunta que disparó estas reflexiones, podemos formular un nuevo cuestionamiento: ¿es justo considerar la capacidad o no de un animador por la eficiencia de sus propuestas?, ¿son las propuestas un fin en sí mismo, o son un medio para alcanzar el fin?, ¿qué fin se persigue con estas propuestas?

Si ser animador es simplemente proponer una serie de jueguitos, cantitos, bailecitos y listo, entonces estamos en presencia de excelentes animadores de fiestas infantiles, de viajes estudiantiles, entre otras cosas, pero no a la altura de poder ser dadores de vida, facilitadores del encuentro del joven con Dios, constructores del Reino. 

Al poner el centro en cosas tan superficiales, nos olvidamos del Centro con mayúsculas, desde donde el resto se resignifica y toma otras tonalidades. 

Si tenemos puesta la mirada en el Centro y nos comprometemos a caminar hacia Él, si consideramos que cada baile, cada dinámica, el uniforme, los desfiles, la catequesis, los juegos, una tarde de oratorio, algún servicio social, son un medio para alcanzar el fin, entonces seremos capaces de no desanimarnos, de relativizar todo aquello que obstruya el encuentro con Dios y caminar (y proponer caminos) con siempre renovada creatividad hacia Él. 

¡No nos acostumbremos a medir y juzgar nuestra pastoral con criterios que nada tienen que ver con el Reino! ¡Desde el Centro lo cotidiano se resignifica!


Sigamos pensando:

  • ¿Percibís que algunas de estas cosas pasan en tu comunidad? ¿Qué pasos se pueden dar?
  • Cuando pensás las actividades, ¿tenés en cuenta como fin el encuentro con Tata Dios?

Emiliano

CULTURA DE BARRO



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