jueves, 2 de abril de 2015

Jueves Santo: Responder desde la acción

Es Jueves Santo...y están pasando muchas cosas. Además, atrás de cada situación, se esconden detalles y gestos que podrían ser causa de preguntas, respuestas, inquietudes, certezas...

La angustia que siente Jesús en el Huerto de Getsemaní nos demuestra que vive el momento desde lo personal, con sentimientos propios de cualquier ser humano. Busca consuelo en la oración y se entrega, no retrocede. Como a los discípulos, a nosotros también nos pide que permanezcamos despiertos. No cerrar los ojos cuando sabemos que tenemos que estar atentos con nuestra mirada. Y si el cansancio nos quiere ganar, hacer un esfuerzo y vencerlo. Los ojos abiertos significan atención; la mirada, entendimiento y el cansancio, superación.

Los esclavos son los encargados de lavar los pies a los invitados. Pero ahora es distinto, es Jesús quien con sus propias manos lava los pies de sus discípulos. No hace falta describir el lugar o la manera en que lo hace. Todo queda resumido en humildad, servicio, amor y misión. Humildad en la forma de actuar, realizando un gesto de amor, totalmente basado en el servicio y enviando a todos a continuar su misión.

Se prepara una cena. Pero esta vez, no es una cena más, es la última. Cada uno tiene su lugar. Seguramente, algunos están sorprendidos, otros asustados o hasta confundidos. Pero nada hace perder el sentido de esta cena. Jesús anticipa que va a ser entregado por una persona que está presente, es decir, aún sabiendo lo que Judas está por hacer, lo hace partícipe de este momento tan importante. Y es lo que nos quiere enseñar, dejar de lado las diferencias y saber perdonar. Pero la cena continúa, y llega el momento de partir y repartir el pan, su cuerpo. Luego es el turno del vino, su sangre. A partir de ahora, nada será igual. Jesús nos acaba de enseñar el significado de comunión y nos asegura que esa comunión será para siempre.

Otra enseñanza más, que nos amemos como Él nos amó. Que nos amemos entre nosotros, o sea, entre todos. No establece un límite o distinción como muchas veces generamos nosotros mismos. El amor tiene que ser sincero, verdadero. No debemos dejar que nos gane la comodidad o el desánimo, porque para amar a los demás necesitamos entregarnos.

En el día a día de la sociedad vivimos situaciones que nos llevan a pensar en este Jueves Santo. Cuando vemos tantas personas atravesando momentos de angustia, difíciles de superar, y que necesitan de alguien que los ayude a poner sus problemas en manos de Dios, buscando consuelo en la oración. Cuando vemos las consecuencias de la violencia o la injusticia, y preferimos cerrar los ojos antes que comprometernos, porque sabemos que el compromiso exige renuncias y esfuerzo. Cuando descubrimos personas esclavas, en malas condiciones de vida o bajo amenazas y malos tratos, sin nadie que las entienda o por lo menos trate de ponerse en su lugar. Cuando muchos sienten que no son valiosos o son excluidos, y ya no encuentran su lugar en la sociedad. Cuando no podemos perdonar a alguien que nos hizo daño, y nos encerramos únicamente en los motivos que nos llevan a tomar esa decisión.

El papa Francisco nos invita a “tomar la iniciativa sin miedo, salir al encuentro, buscar a los lejanos y llegar a los cruces de caminos para invitar a los excluidos” (Evangelii Gaudium, 24). Y a partir de las enseñanzas que nos dejó Jesús el Jueves Santo, encontramos respuestas desde la acción, no desde el encierro, para poder encontrarnos verdaderamente con los demás: acompañar, rezar, estar atentos, misionar, amar, perdonar, compartir...


Agustina

CULTURA DE BARRO




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