Todavía recuerdo el 20 de abril de 2014. Era Domingo de
Resurrección y recién empezado el día, bien temprano, recibo un mensaje: “falleció
el Gonza Acosta en un accidente”. Lo leo, lo releo y, aun así, no caigo. No sé por
qué, quizás fue la negación de querer aceptarlo, de tener que lidiar con algo
tan triste y doloroso. Transcurre el día y trato de no pensar, pero a la tarde
por fin entro en razón. Tantas manifestaciones de cariño, de dolor y de
acompañamiento en las redes sociales me hicieron comprender que ese día, Gonza,
te habías ido.
Ese fue el primer error que cometí: el pensar que te fuiste.
Con el tiempo comprendí que no te fuiste sino que te multiplicaste; no partiste
de este mundo, te sembraste entre nosotros; no moriste, caminaste hacia tu
Pascua, tan significativa y generadora de vida para todos.
Porque, ya que estamos, te confieso algo. Me hiciste (y creo
que nos hiciste) comprender en profundidad el misterio de la Pascua. A partir de ese día hubo
mensajes y dedicatorias de cientos de personas de distintas provincias, rezando
por vos y por tu familia y ese fue un paso que fue Pascua. Al otro día se
acercaron los pibes del oratorio de la Cotar, lugar donde habías compartido
tanto con ellos, y que en ese momento se habían alejado un poco de la parroquia
y pidieron hacer una misa por vos. Y ese fue otro paso que fue Pascua. Y no
sólo ahí, sino que en distintos lugares, muchísimas personas se unieron en la
Misa para recordarte, para acompañarte en tu Pascua, que, sin darnos cuenta, se
transformó en nuestra propia Pascua.
Porque, a partir de ahí, fue más simple empezar a ver la
vida en nuestros apostolados, en nuestros trabajos, en nuestros estudios, en
vez de ver la muerte o la desesperación. La tristeza y la pena fueron
reemplazadas por la alegría de saberte (y sabernos también) junto a Tata Dios.
Porque recordar tu vida nos contagia y nos seguirá contagiando ese amor y esa
alegría que expresabas por la vida y por Tata Dios. Porque fuiste y serás
chispa y testimonio para todo aquel que se acerque al misterio del amor del
Padre con esas ansias de querer sentirse hijo, de querer sentirse amado.
Tu Pascua, al igual que la de Jesús, es un canto a la vida,
porque nos hace dejar de preguntarnos por la muerte y lamentarnos por ella y
nos hace poner la mirada en la propia vida, en la del otro y nos introduce en
el cuestionamiento y en la dinámica del entregarnos a los demás con Tata Dios
como guía y estandarte.
Y también nos enseñaste algo importantísimo: la certeza de
que podemos ser santos sin importar la edad. Así te recordamos, Gonza, como un santo. Siempre
con la palabra justa, serena y alegre para acercarnos a Dios, con la sonrisa
pícara y con los chistes que derribaban los muros de la timidez, invitándonos a
hacernos amigos, a matear y, sobre todo, a hacer experiencia de un Dios al que amabas
y anhelabas con pasión.
Se dice que unas de las últimas palabras del filósofo católico
Kierkegaard fueron “he vivido mi vida de cara a Dios”. Por el tiempo que pude
compartir con vos y por los testimonios que he escuchado estoy seguro de que,
no sólo viviste tu vida de cara a Dios, sino que nos invitaste con tu
testimonio y con tu chispa a hacer lo mismo.
No
nos soltaste la mano, no partiste, te quedaste entre nosotros, al igual que
Jesús, para permanecer. Sólo diste un paso que fue Pascua, donde Dios está y
estará y nosotros también estaremos, caminando, como compañeros de viaje, teniéndote
siempre presente como la luz que supo y sabrá iluminar nuestro camino, ya que “lo
que nos une es de aquí y es eterno”.
Gracias
Gonzalo por tu vida, por tu testimonio, por tus enseñanzas y por hacernos
comprender que, desde el 20 de abril del 2014, todos los días son Pascuas.
Mariano
CULTURA DE BARRO
Gonza, Un capo, un crack, un ejemplo para todos los Jovenes... Desde San Juan elevo una oracion por el! Un abrazo hasta el cielo hermano!
ResponderBorrarGonza Montiel