Marzo siempre trae el inicio de muchas actividades. En las calles parecería que, de a poco, todo va agarrando ritmo. En nuestros patios se retoma "formalmente" todo aquello que llevaremos adelante durante todo el año. Nuestra agenda empieza a tomar más vida y en ella surge, por allí, la palabra planificar.
Pero, ¿qué es planificar? ¿Qué implica la planificación en nuestros espacios? ¿Qué importancia debemos darle? ¿Cómo debemos hacerlo?
Tomando la primer definición que apareció al "googlear" el término, se la define como "acción de elaborar o establecer el plan conforme al que se ha de desarrollar algo, especialmente una actividad".
Desde esta perspectiva, la planificación es inherente a nuestra tarea, ya que mucho de lo que hacemos lleva el nombre de "actividad" y es por ello que pareciese algo indispensable.
Como en todo lo que llevamos adelante en nuestra vida, la planificación tiene lados positivos y otros no tanto. Depende, claro está, de la forma en la que la llevemos adelante.
Estos son algunos casos típicos que ocurren cuando se habla planificación. Ambos están hecho adrede en los dos polos, pero de seguro podemos reconocer algunos que surgen en nuestros grupos.
"Charlamos un poco y pensamos algo"
Muchas
veces cuando se nos pregunta qué pensamos hacer, solemos responder de
esta forma. El punto surge aquí en saber bien qué implica ese "charlar
un poco" y "pensar algo". Entre los miembros del grupo pueden existir
diversas diferencias en lo que atañe a objetivos comunes y formas de
llevar adelante la vida grupal. Estas diferencias se encuentran por
debajo de lo que se charla y no son del todo claras. Es así que, al correr el tiempo, surge el "no sabemos qué hacer", las responsabilidades no están del todo claras y el grupo se resiente.
"Llenar todo hueco"
En ciertos casos nuestras planificaciones se vuelven una tarea exhaustiva donde queda establecido todo aquello que vamos a realizar; cuando algo se encuentra fuera de ello, es un error o no sabemos cómo actuar debido a que no estaba "escrito", por lo que se da un corte que nos paraliza. Planificar llenando todos los huecos es un traspié cotidiano, no oímos la voz de aquellos que son nuestros destinatarios, reduciendo nuestra vida grupal de búsqueda de Dios y en Él la dignidad que nos hace más libres, a un taller, dinámica o reflexión sin dar lugar a tiempos de compartir en ocio fecundo. En lo que se cae aquí es hacer lo que a nosotros nos parece, esto muestra la poca apertura y atención a la escucha que puede darse.
De seguro al leer se te imaginan más cosas que puedan surgir en estos casos, aquí solo los usamos de ejemplos como para ilustrar lo que venimos diciendo. Frente a esto, ¿Cuál es la opción de planificación que debemos optar en nuestros espacios?
A continuación proponemos unas líneas que aparecen en el horizonte, pero que no quieren dar respuesta total a este interrogante; más bien sería beneficioso si en nuestros lugares podemos pensar juntos este cuestionamiento.
"Planificar en la escucha"
La planificación empieza mucho antes que el día que se acordó para reunirse. Requiere de una actitud previa, personal y grupal; y esto está relacionado a la escucha. Como animador y grupo de animadores, debemos estar atentos a la escucha en un doble sentido.
En primer lugar, debemos escuchar a aquello que dicen los mismos pibes, ya que ellos son los que mejor evalúan nuestra práctica. Puede que no siempre lo expresen verbalmente pero es necesario estar atentos a sus actitudes y acciones que asiduamente dicen mucho más que sus palabras. Saber "escuchar" sus gestos, sus silencios, sus propias vidas, nos ayuda a saber más qué es aquello que necesitan para sentirse más libres, más Hijos de Dios.
En segundo término: estar abierto a la escucha de Dios. Los medios que utiliza para susurrarnos algo son innumerables; por ello nuestro corazón debe estar en vela para saber reconocerlo allí donde menos pensamos encontrarlo. Escuchar a Dios, es tener momentos de oración íntima como grupo en donde dejamos también esto en sus manos.
La escucha nos ayuda a quitar nuestros miedos. Frente a situaciones en que tenemos que "patear el tablero" y dejar atrás el "porque siempre se hizo así", nos sentimos más confiados porque sabemos que no es una convicción que surge de nuestro propio ego, sino de aquello que fuimos discerniendo a la escucha de Dios en los pibes, y de los pibes en Dios. Poniendo en el centro al joven, es desde donde debemos partir para nuestra práctica pastoral. Sin esto, cualquier esfuerzo será en vano o sólo será conformarnos con llevar adelante prácticas que poco respondan a la realidad que nos toca. El riesgo sigue siendo el mismo, debemos estar dispuestos a saber que no podemos controlar todo lo que nos pasa, sino más bien estar abiertos a aquello que el Espíritu suscite; allí también debemos escuchar por qué esta pasando esto o aquello. No coartemos la acción revitalizadora de Dios con una planificación rígida ni tampoco dejemos todo en manos de la acción de Dios. Recordemos aquella frase de San Agustín que hoy se hace tan actual "reza como si todo dependiera de Dios. Trabaja como si todo dependiera de ti".
Planificar es escuchar los gritos silenciosos de los pibes, reconocer sus necesidades que se ven insatisfechas por la exclusión. Escuchando a ellos, reconocemos en sus rostros a Dios que nos dice que amemos sin medida, que no tengamos miedo, que anunciemos que el Reino está entre nosotros y que confiemos que otro mundo es posible.
CULTURA DE BARRO
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