Regalemos algo. Esta vez, que no sea material, pero sí algo que nos pertenezca. Algo que sea valioso, significativo, trascendente. Que tenga la propiedad de cambiar. O la propiedad de mejorar.
Hay muchísimas opciones: confianza, amor, compromiso, respeto, paciencia, humildad, y tantas más. Pero esta vez optemos por la sonrisa. Todos sabemos que una sonrisa es capaz de contagiarse y transformar. Puede aparecer al recordar alguna anécdota, como también puede ocultar algún dolor. Pero ahora pensemos en la sonrisa sincera, que por más difícil que sea, deja atrás injusticias, tristezas, cansancio o cualquier otra situación que nos está molestando. Y no deja atrás estas realidades para evadirlas y convencernos de otra realidad mejor, sino que lo hace para mostrarnos que no estamos solos, tenemos muchas personas al lado que necesitamos y que nos necesitan. Don Bosco deja un claro ejemplo de esto, nunca perdió su sonrisa, y en los momentos más difíciles, más sonriente se lo veía.
Es verdad que las noticias malas corren rápido, y es más común escuchar “la juventud está perdida” que “la juventud se esfuerza por mejorar”, pero sabemos que no podemos rendirnos, que la esperanza existe y somos portadores de este mensaje. Nada ni nadie puede quitarnos nuestra certeza de trabajar por el bien, por más que se crea que “estamos perdidos”. Aunque éste y otros comentarios parecidos nos duelen o desaniman, nuestra motivación va más allá de un pensamiento.
¿Por qué no regalamos sonrisas entonces? Entre todas las opciones, es una de las que más tenemos a nuestro alcance, solamente requiere ganas y a veces algún esfuerzo, pero nada imposible. Si sonreír no tiene límites y soñamos con un mundo mejor, en el que reine la paz, ¿cómo no empezar por lo más sencillo?Construyamos desde la sonrisa, aumentando el valor de la amistad.
Enseñemos desde la sonrisa, generando un clima de familiaridad.
Aprendamos a sonreír, sintiendo que es la mejor forma de crecer en comunidad.
Y si crecemos en comunidad, la sonrisa se multiplica. Y al multiplicarse, se renueva la esperanza. Entonces podemos decir que dimos el primer paso. Está bien, será apenas una semilla. Pero lo importante es sentir que la sembramos con esfuerzo, y sobre todo que partimos de algo personal. Descubrimos en cada sonrisa, un regalo valioso, significativo y trascendente, capaz de cambiar y mejorar la sociedad. Entonces, ¿qué más regalamos...?
Agustina
CULTURA DE BARRO
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