martes, 2 de diciembre de 2014

La alternativa fue (y es) el barro

¿Se imaginan un Mundo donde quepan todos los mundos? Nosotros si. De hecho, no sólo lo imaginamos. Sabemos que existe. Es una realidad. Una realidad que se hace nueva, diariamente, en el accionar concreto de algunas personas. 

Creemos que este Mundo comienza desde los primeros gesto humanos: la mirada y la palabra. Hay miradas que son serenas, que dan paz; que son como una caricia al alma; que iluminan hasta la oscuridad más densa. Hay miradas que derriban muros sociales llenos de prejuicios y que, al lograr esto, dan paso a aquellas miradas que captan el sufrimiento, la soledad, el desconcierto o el abandono que sufren muchos y muchas. 

Porque no podemos permanecer impasibles ante la cruda realidad de la pobreza que azota a tantas personas. Pobres son aquellos encorvados, doblegados, humillados por la vida misma, ignorados, despreciados y estigmatizados por una gran porción de la sociedad. Pobres son aquellas víctimas de la estructura injusta y la violencia institucionalizada de la que todos somos partes y que en distinta medida, a veces consciente, a veces inconscientemente, también ejercemos. 

La mirada es el primer elemento que nos introduce a esta realidad. Nos sumerge en las primeras líneas de esta historia de injusticia, de violencia y de dolor. Una mirada que genera una responsabilidad hacia el otro que sufre y que nos dice que hay cosas que definitivamente no deberían ser así y que nos mueven a dar una respuesta. 

Y la palabra es el complemento. La palabra es un instrumento muy poderoso que podemos usar para el bien o para el mal. La palabra puede ser un instrumento de liberación.

- Hola ¿cómo andan? - fue el saludo a los pibes sentados en la vía.

- Hola, bien...  - respondieron tímidamente. 

Y cuando volvimos a pasar, ya de regreso, uno de ellos dijo: Gracias por el saludo. 

"Gracias por el saludo". Esa respuesta nos dejó realmente sorprendidos y nos hizo reflexionar profundamente. La frase "gracias por el saludo" encierra otro mensaje de fondo: "Gracias por hablarme, por no ignorarme, por no estigmatizarme ni juzgarme". ¿Cuántos pibes son acusados, relegados y excluidos por portación de rostro o de domicilio? ¿A cuántos se les niega la palabra y se los descarta? 

Fue una simple palabra y una buena intención lo que desencadenó aquel suceso en la vía. La palabra y la mirada sirven a un primer principio movilizador de este Mundo que creemos que es posible: la compasión. 

La mirada y la palabra generan compasión. La compasión se despierta en nosotros cuando miramos atentamente a los que sufren, cuando padecemos junto a ellos, a través de una actitud empática, para tratar de compartir el peso. Y por la palabra ingresamos al mundo vital que profundiza la compasión, aquel principio amoroso fundamental.

Por eso este Mundo será posible por la compasión, que lleva a solidarizarnos con el otro cuando está necesitado. Es el único modo de mirar el mundo, de sentir a las personas y reaccionar ante el ser humano de manera parecida a la de Dios. 
Es el principio de actuación de este Mundo que encierra todos los mundos. Y este Mundo no es otra cosa que el Reino. 

El Reino no es una religión. Va más allá de las creencias, preceptos y ritos de cualquier religión. Es una experiencia nueva de Dios que lo re-dimensiona todo de manera diferente. Podemos decir que Jesús, durante el tiempo que duró su periplo, sólo buscaba una cosa: que hubiera en la tierra hombres y mujeres que comenzaran a actuar como actúa Dios.

Porque así es el Dios del que hablaba Jesús. Es compasivo. Es un padre bueno. Dios es un padre que busca orientar la historia hacia la liberación de todo lo que esclaviza y degrada al ser humano. Y la única manera en que podía lograrse esta liberación era pisando barro de los que sufren. Esa fue la alternativa de Jesús ante la violencia institucionalizada que perjudicaba a los más desfavorecidos, a los pobres, es decir, a aquellos que morían antes de tiempo. Por eso vivió entre ellos y compartió penurias. Por eso se atrevió a mirarlos compasivamente, sanadoramente. Por eso con su palabra sanó corazones y heridas legendarias de tiempos inmemoriables. Porque además de sanar personas y nombres concretos, Jesús sanó la historia. Historia de dolores ancestrales. Y para eso Jesús tuvo que pisar el barro.
Y no hizo diferencia de religiones, de partidismo, ni de culturas. Porque en el proyecto de Dios basta con ser humano. Este proyecto, lo único que pide, es una vida más digna y dichosa para todos. Por eso el reino es el Mundo donde caben todos los mundos, porque acoger el Reino implica poner a las religiones y a los pueblos, a las culturas y a las políticas mirando hacia la dignidad de los últimos. 

Actualmente la historia sangra. Se nos muere entra la ignorancia y la violencia. Y no hay otra forma de pensar al Reino que no sea como la restauración de la justicia social. Y eso implica poner todos nuestros esfuerzos en tratar de dilucidar la manera y los métodos de que esa restauración sea efectiva. Muchas veces no es claro. La teoría es perfecta. En los exámenes nos sacamos un diez. Y en la práctica se nos encoge el corazón. Porque a veces no encontramos respuestas, no encontramos caminos. 

Pero hay algo que no cambia: nuestro amor siempre es el mismo, e incluso más fuerte. Es como una semilla que con el tiempo germinará, por más desolada que parezca la tierra donde se planta. El amor compasivo es el principio de actuación de este Reino, es lo que nos mueve a acercarnos a la gente con el corazón dispuesto. Es lo que nos anima a relacionarnos, lo que propicia ese encuentro tú a tú donde restablecemos dignidades, donde la mirada y la palabra expresan, desde lo misterioso y lo escondido, que hay un Dios que desea una vida digna y dichosa para todos. 

Si, es cierto, el Reino es una realidad que exige la restauración de la justicia social. Y si contemplamos esta restauración bajo la óptica del amor, descubriremos que la misma debe hacerse a partir del encuentro fraterno, de la historicidad, de la inculturación, de la mirada y la palabra, de la comunión. Todo esto lleva al plan original de Dios : a la liberación, a la humanización, al innegable hecho de que todos debemos ser igualmente dignos. 

Creemos que allí en el barro encontraremos las respuestas que ansiamos. Y si es que venimos chapoteando desde hace rato sin ver un poco de luz, quizás deberíamos ir más profundo todavía. Con el barro al cuello todavía se puede respirar. Y es lo único que necesitamos. 


Mariano


CULTURA DE BARRO









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