jueves, 25 de febrero de 2016

Saber perdonar amando...

A partir del 8 de diciembre nuestro Papa Francisco nos invita a vivir el Año de la Misericordia, y en su primer ángelus como sumo pontífice nos regaló este hermoso texto:

“El Evangelio nos presenta el episodio de la mujer adúltera, a la que Jesús salvó de la condena a muerte. Nos conmueve la actitud de Jesús: no escuchamos palabras de desprecio, no escuchamos palabras de condena, sino sólo palabras de amor, de misericordia, que invitan a la conversión "Tampoco yo te condeno ¡Vete y ya no vuelvas a pecar!" ¡Oh, hermanos y hermanas, el rostro de Dios es el de un padre misericordioso, que siempre tiene paciencia! ¿Habéis pensado en la paciencia de Dios, la paciencia que tiene con cada uno de nosotros? ¡Eh, esa es su misericordia! Siempre tiene paciencia: tiene paciencia con nosotros, nos comprende, nos espera, no se cansa de perdonarnos si sabemos volver a Él con el corazón contrito. Grande es la misericordia del Señor.”

Y ante esta nueva etapa se me vienen a la mente unas preguntas sobre el perdón… ¿Sabemos perdonar? ¿Somos pacientes como Jesús lo fue? ¿Perdonamos siendo conscientes de lo que significa verdaderamente?¿O sólo perdonamos para satisfacer a la otra persona o para quedar bien entre los demás?¿Tenemos el corazón que tuvo Él con la mujer adúltera? ¿O somos como los escribas y fariseos que la condenaron?

El perdón es un Don que nos regala Dios a todos nosotros, tenemos que dar la importancia que se merece. Porque Jesús murió en la Cruz para que sean perdonados todos nuestros pecados. Nos enseñó en carne propia la Misericordia, sobre todo para con aquellas personas que nos hacen o nos desean el mal. Jesús antes de morir dijo: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lc. 23, 34). Él pudo saber perdonar a aquellas personas que lo iban a matar, ¿Por qué nosotros no podemos hacer lo mismo con nuestros hermanos? ¿Quiénes somos para condenar a los demás? Muchas veces nos olvidamos que nuestro Padre nos enseñó a rezar diciendo “Perdona nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a aquellos que nos ofenden” (Lc. 11, 4) ¿Y cómo pretendemos que Dios nos perdone si nosotros no somos capaces de perdonar a nuestros hermanos?

En esta Misericordia a la que Jesús nos enseña e invita, encontramos una expresión enorme de amor puro y bondadoso. Pero ¿A quiénes tenemos que perdonar? Para saber esto, tenemos que saber primero a quiénes tenemos que amar. Donde el Evangelio nos enseña “Pero a ustedes que me escuchan les digo: Amen a sus enemigos, hagan bien a quienes los odian, bendigan a quienes los maldicen, oren por quienes los maltratan. (Lc. 6, 27-28).“Si ustedes aman solamente a quienes los aman a ustedes, ¿Qué hacen de extraordinario? Hasta los pecadores se portan así.” (Lc. 6, 32). Entonces, tenemos que aprender a perdonar a aquellas personas con la que no tenemos una buena relación, con aquellas que por ciertos motivos nos hacen el mal, pero no para que nos pasen por encima, sino para mostrarles que vivimos como Jesús lo quiere.

Ya sea en el apostolado, con nuestra comunidad de animadores o en nuestra propia familia, sabiendo que todos podemos caer en el error; ya sea con no llevar un material que se tenía pensado usar en el día, o enojarse porque discutimos con nuestros hermanos por pequeñeces y, por orgullo, no nos acercamos a hablar. Muchas veces, las diferencias se generan por las distintas formas de pensar, esto ocasiona una cierta rivalidad que nos lleva al enfrentarnos y discutir entre nosotros. Nos quedamos en la bronca y en el juicio, mientras seguimos criticando por detrás sin ser lo suficientemente maduros como para arreglar el problema. Porque es más cómodo no hacer nada y seguir en lo mismo, que tener gestos de Misericordia y Amor para con nuestro hermano. Porque cuando nos llegue el gran momento de encontrarnos con Dios en el cielo, nuestro Señor nos va a hacer la misma pregunta que le hizo a Caín: ¿Dónde está tu hermano Abel? (Gn 4, 9). Y así, entender que a pesar de las desigualdades que podemos tener, de los errores en lo que podemos caer, siempre tener presente este hermoso acto de amor que nos invita Jesús, el de perdonar dejando de lado lo sucedido y siendo nosotros responsables de que nuestro hermano no obre mal, hablando constructivamente y con el simple y gran gesto de la oración por aquel que nos ofendió. Para que no volvamos a caer en lo mismo,  y así poder experimentar juntos el amor misericordioso de Dios.

Si nos quedamos en el odio y en el mal,  no logrando perdonar, ¿Qué diferencia tendríamos con el otro? Tenemos que salir de ese estado de enojo y poder encontrar ese Don del Perdón que se nos regaló, poder saber amar a nuestros enemigos y no hacer lo mismo que los fariseos y escribas. Saber que no somos quienes para no ofrecer el perdón a nuestros hermanos. Jesús nos pide que amemos a través de la Misericordia, que seamos signos de amor con aquellas personas que nos hacen el mal; dando testimonio de la luz y vida que se encuentra en el camino de Dios. Pidámosle a Dios que podamos ser instrumentos de amor a través del perdón, con la certeza de que es nuestro Padre, que nos ama y nos invita a encontrar la Felicidad, en este acto puro y hermoso, como lo es  el de saber perdonar amando.
“Perdonen, y Dios los perdonará.” (Lc. 6, 37)


Joel Fostier




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