Escuché al pasar en la radio de sus muertes, dicen en los diarios que el fuego los atrapó en el sótano, allí donde pasaban toda su vida, porque eran esclavos. Sí, esta palabra, en siglo XXI, con tanto tratado, declaración y tanto discurso de por medio.
No los conocí, no hubiese tenido la posibilidad tampoco. Estaban encerrados allí, los que intentaron entrar para salvarlos dijeron que los accesos estaban tapiados. Presuntamente estaban durmiendo y aunque duela, la muerte les hizo un favor, los hizo escapar de allí. Claro que esa no es la solución, no estoy haciendo una apología de la muerte; pero cuán triste es saberlos allí, con sus pequeños 7 y 10 años, en esas condiciones. La fe me hace pensar que la muerte es el paso a algo tan eterno, profundo y feliz que transforma ese gusto amargo...
Les mentiría si digo que hoy no siento un poco de ese gusto amargo, ustedes dos fueron víctimas de un ¿Estado ausente? ¿Si el Estado convive con ello está ausente? ¿Más bien no elige mirar para otro lado e incluso algunas veces sacar provecho de ello? Sería una desidia empezar a ser distinción si fue en la Provincia, en la Capital o le corresponde a la Nación. Sea a donde sea que hayan ocurrido, de sus muertes debemos hacernos cargo todos.
Me duele tanto pensar esto hoy en el día del trabajador. Justo hoy que conmemoramos y expresamos nuestros ideales de un trabajo libre, creativo, participativo y solidario, en donde el ser humano expresa y acrecienta la dignidad de su vida 1.
Por otro lado o en el mismo, es justo hoy cuando quisiera hablar de esto:
No podemos considerar trabajo en lo que respecta a un niño...
No podemos considerar trabajo a algo que esclaviza...
No podemos considerar trabajo a aquello que no respeta las mínimas condiciones humanas necesarias...
En este sentido, hago propias las palabras de Francisco en el n°211 de la Evangelii Gaudium:
Siempre me angustió la situación de los que son objeto de las diversas
formas de trata de personas. Quisiera que se escuchara el grito de Dios
preguntándonos a todos: «¿Dónde está tu hermano?» (Gn 4,9). ¿Dónde está
tu hermano esclavo? ¿Dónde está ese que estás matando cada día en el
taller clandestino, en la red de prostitución, en los niños que utilizas para
mendicidad, en aquel que tiene que trabajar a escondidas porque no ha
sido formalizado? No nos hagamos los distraídos. Hay mucho de
complicidad. ¡La pregunta es para todos! En nuestras ciudades está
instalado este crimen mafioso y aberrante, y muchos tienen las manos
preñadas de sangre debido a la complicidad cómoda y muda.
Hubiese querido no saber nada de ustedes, no conocerlos; y si los conocía hubiese preferido escribir sobre ustedes el segundo domingo de agosto o el 21 de Septiembre. Pero no fue así. Y aquí estamos, apenados pero poniendo esto en palabras porque sus muertes no pueden quedar inconclusas.
Debemos hablar de esto en todos los espacios donde nos movemos; debemos hacer praxis de que realmente la verdad nos hace libres (Jn. 8, 32). Hagamos caso a lo que nos advierte Pablo: manténgase firmes para no caer de nuevo bajo el yugo de la esclavitud (Gal. 5, 1b)
Dios quiera que sus muertes sean semilla para que miremos allí donde nadie ve, donde está tapialado y atrás se da el terror de la esclavitud.

CULTURA DE BARRO
Referencias:
1. FRANCISCO, Evangelii Gaudium, Ciudad del Vaticano, 2012, n°192
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