Mamá acaba de venir a levantarme
temprano, igual yo no estaba del todo dormido, me parece raro porque hoy es
sábado y no tengo que ir a la escuela. Papá está un poco nervioso sacando cosas fuera
de casa, que a pesar de que sea chiquita, fría y hecha de 4 chapas, es mi casa;
y acá vivimos con mis 3 hermanos. Me da
un poco de miedo preguntar qué pasa.
Mamá entra y me dice:
- Movete hijo, y agarrá lo que puedas.
Sigo sin entender mucho. Yo esperaba levantarme, saludar a papá que se iba para la obra, porque mi papá trabaja haciendo casas de otra gente, y después de buscar algo para comer, pensaba salir a jugar con mis amigos a la vía. Siempre nos encantó hacerlo desde que vivimos acá, no hace mucho, desde febrero creo…
En eso busco una bolsa media rota, pongo mi par de zapatillas de la escuela, total ahora ando en patas, es raro que haga calor en Agosto, pero bueno… Mejor para nosotros. En eso, empiezo a escuchar gritos afuera; parecen gente que no es del barrio, los veo y parece que están vestidos como en las películas.
La verdad es que ya no entiendo casi nada, agarro mi camioncito de juguete; el único que tengo, me lo regalaron la semana pasada en la Capilla por el día del niño. Mamá empieza a actuar igual que papá, veo que agarra el colchón donde dormimos con mis tres hermanos y lo saca para afuera.
Ya con mis cosas sobre mi espalda, salgo al pasillo. Ahí me doy cuenta que todos están haciendo lo mismo, es raro, ¿por qué?
En eso, mi hermano más grande toma mi mano y me dice:
-Dale pendejo, que no podemos estar más acá.
Dándome un empujón salimos para el lado de la calle. Ahí veo muchísima gente, todos los vecinos con sus cosas en la calle; personas raras con cámaras, otros con micrófonos; pero sin duda las que me dan más miedo son los hombres de casco que llevan un arma en la mano. Papá me dice que si nos vamos no nos van a hacer nada, aunque yo escucho disparos, y lo abrazo fuerte.
Pasé una hora mirando el espectáculo de ver a todos salir con cosas, las pequeñas cosas que cada uno tiene, al hombro. Como si todos decidiéramos cambiar de casa el mismo día. Entre medio del tumulto, me encuentro a José, un amiguito mío, el también tiene en su mano el juguete que le habían regalado. Lo invito a jugar. Mientras estamos haciendo una carrera con los juguetes, veo unas máquinas enormes, parecían ese dibujito que veíamos a veces, de autos gigante. Pero estas se dirigían a nuestras casas, y en un abrir y cerrar de ojos veo como tiran abajo mi casa y la de todos.
Los hombres de casco nos miran, yo sigo jugando. Se ve que tengo que acostumbrarme a esto, me da tristeza verla a mamá llorar, a papá pelearse con un hombre de traje, pero se que ellos me aman y me van a cuidar. "Dios siempre está" me había dicho mi seño el sábado pasado, yo me pregunto ¿por qué estos hombres no lo ven? ¿Acaso El no quería que pudiésemos amarnos entre nosotros?
Mamá entra y me dice:
- Movete hijo, y agarrá lo que puedas.
Sigo sin entender mucho. Yo esperaba levantarme, saludar a papá que se iba para la obra, porque mi papá trabaja haciendo casas de otra gente, y después de buscar algo para comer, pensaba salir a jugar con mis amigos a la vía. Siempre nos encantó hacerlo desde que vivimos acá, no hace mucho, desde febrero creo…
En eso busco una bolsa media rota, pongo mi par de zapatillas de la escuela, total ahora ando en patas, es raro que haga calor en Agosto, pero bueno… Mejor para nosotros. En eso, empiezo a escuchar gritos afuera; parecen gente que no es del barrio, los veo y parece que están vestidos como en las películas.
La verdad es que ya no entiendo casi nada, agarro mi camioncito de juguete; el único que tengo, me lo regalaron la semana pasada en la Capilla por el día del niño. Mamá empieza a actuar igual que papá, veo que agarra el colchón donde dormimos con mis tres hermanos y lo saca para afuera.
Ya con mis cosas sobre mi espalda, salgo al pasillo. Ahí me doy cuenta que todos están haciendo lo mismo, es raro, ¿por qué?
En eso, mi hermano más grande toma mi mano y me dice:
-Dale pendejo, que no podemos estar más acá.
Dándome un empujón salimos para el lado de la calle. Ahí veo muchísima gente, todos los vecinos con sus cosas en la calle; personas raras con cámaras, otros con micrófonos; pero sin duda las que me dan más miedo son los hombres de casco que llevan un arma en la mano. Papá me dice que si nos vamos no nos van a hacer nada, aunque yo escucho disparos, y lo abrazo fuerte.
Pasé una hora mirando el espectáculo de ver a todos salir con cosas, las pequeñas cosas que cada uno tiene, al hombro. Como si todos decidiéramos cambiar de casa el mismo día. Entre medio del tumulto, me encuentro a José, un amiguito mío, el también tiene en su mano el juguete que le habían regalado. Lo invito a jugar. Mientras estamos haciendo una carrera con los juguetes, veo unas máquinas enormes, parecían ese dibujito que veíamos a veces, de autos gigante. Pero estas se dirigían a nuestras casas, y en un abrir y cerrar de ojos veo como tiran abajo mi casa y la de todos.
Los hombres de casco nos miran, yo sigo jugando. Se ve que tengo que acostumbrarme a esto, me da tristeza verla a mamá llorar, a papá pelearse con un hombre de traje, pero se que ellos me aman y me van a cuidar. "Dios siempre está" me había dicho mi seño el sábado pasado, yo me pregunto ¿por qué estos hombres no lo ven? ¿Acaso El no quería que pudiésemos amarnos entre nosotros?
Manu “El negrito”- Villa "Papa Francisco"- Lugano
CULTURA DE BARRO
No hay comentarios.:
Publicar un comentario