lunes, 4 de agosto de 2014

Descentrarnos para dejar al CENTRO ser el centro

Desafiar y cuestionar la cultura de la imagen, la cultura de la superficie, no ser “corchos” que flotan en el río, deberían ser rasgos característicos de quienes se sienten enamorados de la Espiritualidad Juvenil Salesiana y quieren plasmarla en sus vidas. Una propuesta de espiritualidad que da una tonalidad concreta a la vida y que puesta en práctica de manera comprometida, es camino hacia la santidad.

Mirándolo de manera inversa, seguir a Jesús y hacernos amigos de él, vivir con sencillez la oración de todos los días, enfrentar la vida con optimismo y alegría, vivir en comunión con la iglesia y ser parte activa de ella, ser buenos cristianos y honrados ciudadanos, comprometiéndonos con una vida más justa, con el Reino y un compromiso activo por la promoción integral de todos dentro de la sociedad, debería ser parte de nuestro ADN salesiano, debería ser un distintivo.

Sin generalizar, porque caeríamos en una falsa opinión, por momentos parece que hemos reducido el carisma salesiano a una forma de animación, de hacer algunas actividades, una manera de entender el liderazgo, un pasatiempos que está bueno, un sin número de costumbres que se repiten porque sí, y ahí nos estancamos. Es eso sólo y nada más. Lejos el centro, lejos el estilo de vida que nos empuja hacia la santidad.

Cuestiones que hacen al ambiente salesiano, que crean y recrean la mística, cosas que deberían empujarnos hacia el centro, por el contrario, toman tanta importancia que se convierten en lo más urgente, en lo que más atención demanda. En otros escritos reflexionábamos y compartíamos sobre la reducción del Oratorio y su forma original, ahora, podríamos en este caso, alertar nuevamente sobre la reducción que se hace del ser Salesiano, al enfocarse solamente en cuestiones secundarias.

Queremos proponer tres pasos para reflexionar y buscar respuestas a esta problemática, pasos que quieren invitar a una búsqueda más profunda y a una respuesta más fiel y radical para con este precioso regalo que Tata Dios nos hizo por medio de este carisma.

Descentrarnos: Una vida basada solo en el ambiente, en las costumbres, en propuestas que nos sirven para pensar cómo estamos, qué nos hace falta, actividades de mate y de improvisación, un “estar” pasivo y que salga lo que salga, un encuentro solo para vernos, remeras que nos identifiquen ante los demás, entre otras cosas, ayudan, pero nos vuelven protagonistas, nos hacen ocupar el centro. Ante esta postura y quedándonos sólo en eso, debemos continuamente preocuparnos por seguir haciendo propuestas y no parar. En consecuencia, como primer paso se vuelve necesario el descentrarnos, salirnos del centro para darle paso al Centro.

Dar paso al Centro: Cuando hablamos del Centro, nos referimos al Centro con mayúsculas, a la persona que da sentido a todo lo que hacemos. Ser Salesianos no es hacer un montón de actividades o ser portadores de un montón de costumbres atractivas para la juventud, sino que es seguir a una persona, seguir al Centro. Nuestro ser Salesianos es querer seguir a Jesús, es llamada a un seguimiento y respuesta por medio de un carisma. Es darle la mano a Don Bosco para embarcarnos en su propuesta de santidad que nos lleva hacia Dios. De esto, que se siga un tercer movimiento: dejar al Centro ser el centro.

Dejar al Centro ser el centro: Parece un juego de palabras, sin embargo es una urgencia. Retomando los movimientos anteriores, en primer lugar se nos invita a salirnos del centro dejando lo secundario; en el segundo, a dejar que Jesús irrumpa en nuestras vidas y en nuestro ser Salesianos. En este tercer movimiento, la invitación es a poder comprometerse con la causa. Si Cristo se vuelve centro de nuestras vidas, si nuestro ser Salesianos es en función de este seguimiento y de querer ser santos, entonces lo secundario se recrea, se resignifica, para ser propuestas que ayuden a este fin, que es regalo de Dios, pero también tarea nuestra. Entonces así florecerán nuevamente las remeras, las actividades, los Oratorios, las iniciativas sociales, los encuentros masivos, los mates y el estar, pero no porque son cosas que nos gustas y nos hacen bien, como quien compra un producto, sino porque son actividades y cosas que nos ayudan para acercarnos a Jesús y al fin y al cabo, hacernos santos.

Consideramos que estos tres movimientos no son una “receta”, sino que simplemente quieren ser motivadores para la reflexión más profunda dentro de los grupos y las diversas propuestas pastorales, quieren invitar a cuestionarse sobre qué o quién ocupa el centro: descentrarnos, dar paso (y agradecer) ante la irrupción del Centro, y dejar que sea verdaderamente el centro.



Emiliano

CULTURA DE BARRO







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