Desafiar
y cuestionar la cultura de la imagen, la cultura de la superficie, no ser
“corchos” que flotan en el río, deberían ser rasgos característicos de quienes
se sienten enamorados de la Espiritualidad Juvenil Salesiana y quieren
plasmarla en sus vidas. Una propuesta de espiritualidad que da una tonalidad
concreta a la vida y que puesta en práctica de manera comprometida, es camino
hacia la santidad.
Mirándolo
de manera inversa, seguir a Jesús y hacernos amigos de él, vivir con sencillez
la oración de todos los días, enfrentar la vida con optimismo y alegría, vivir
en comunión con la iglesia y ser parte activa de ella, ser buenos cristianos y
honrados ciudadanos, comprometiéndonos con una vida más justa, con el Reino y
un compromiso activo por la promoción integral de todos dentro de la sociedad,
debería ser parte de nuestro ADN salesiano, debería ser un distintivo.
Sin
generalizar, porque caeríamos en una falsa opinión, por momentos parece que
hemos reducido el carisma salesiano a una forma de animación, de hacer algunas
actividades, una manera de entender el liderazgo, un pasatiempos que está
bueno, un sin número de costumbres que se repiten porque sí, y ahí nos
estancamos. Es eso sólo y nada más. Lejos el centro, lejos el estilo de vida
que nos empuja hacia la santidad.
Cuestiones
que hacen al ambiente salesiano, que crean y recrean la mística, cosas que
deberían empujarnos hacia el centro, por el contrario, toman tanta importancia
que se convierten en lo más urgente, en lo que más atención demanda. En otros
escritos reflexionábamos y compartíamos sobre la reducción del Oratorio y su
forma original, ahora, podríamos en este caso, alertar nuevamente sobre la
reducción que se hace del ser Salesiano, al enfocarse solamente en cuestiones
secundarias.
Queremos
proponer tres pasos para reflexionar y buscar respuestas a esta problemática,
pasos que quieren invitar a una búsqueda más profunda y a una respuesta más
fiel y radical para con este precioso regalo que Tata Dios nos hizo por medio
de este carisma.
Descentrarnos:
Una vida basada solo en el ambiente, en
las costumbres, en propuestas que nos sirven para pensar cómo estamos, qué nos
hace falta, actividades de mate y de improvisación, un “estar” pasivo y que
salga lo que salga, un encuentro solo para vernos, remeras que nos identifiquen
ante los demás, entre otras cosas, ayudan, pero nos vuelven protagonistas, nos
hacen ocupar el centro. Ante esta postura y quedándonos sólo en eso, debemos
continuamente preocuparnos por seguir haciendo propuestas y no parar. En
consecuencia, como primer paso se vuelve necesario el descentrarnos, salirnos
del centro para darle paso al Centro.
Dar
paso al Centro: Cuando hablamos del Centro, nos
referimos al Centro con mayúsculas, a la persona que da sentido a todo lo que
hacemos. Ser Salesianos no es hacer un montón de actividades o ser portadores
de un montón de costumbres atractivas para la juventud, sino que es seguir a una
persona, seguir al Centro. Nuestro ser Salesianos es querer seguir a Jesús, es
llamada a un seguimiento y respuesta por medio de un carisma. Es darle la mano
a Don Bosco para embarcarnos en su propuesta de santidad que nos lleva hacia
Dios. De esto, que se siga un tercer movimiento: dejar al Centro ser el centro.
Dejar
al Centro ser el centro:
Parece un juego de palabras, sin embargo es una
urgencia. Retomando los movimientos anteriores, en primer lugar se nos invita a
salirnos del centro dejando lo secundario; en el segundo, a dejar que Jesús
irrumpa en nuestras vidas y en nuestro ser Salesianos. En este tercer
movimiento, la invitación es a poder comprometerse con la causa. Si Cristo se
vuelve centro de nuestras vidas, si nuestro ser Salesianos es en función de
este seguimiento y de querer ser santos, entonces lo secundario se recrea, se
resignifica, para ser propuestas que ayuden a este fin, que es regalo de Dios,
pero también tarea nuestra. Entonces así florecerán nuevamente las remeras, las
actividades, los Oratorios, las iniciativas sociales, los encuentros masivos,
los mates y el estar, pero no porque son cosas que nos gustas y nos hacen bien,
como quien compra un producto, sino porque son actividades y cosas que nos
ayudan para acercarnos a Jesús y al fin y al cabo, hacernos santos.
Consideramos
que estos tres movimientos no son una “receta”, sino que simplemente quieren
ser motivadores para la reflexión más profunda dentro de los grupos y las
diversas propuestas pastorales, quieren invitar a cuestionarse sobre qué o
quién ocupa el centro: descentrarnos, dar paso (y agradecer) ante la irrupción
del Centro, y dejar que sea verdaderamente el centro.
Emiliano
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