Hacer esta afirmación puede sonar contradictoria (dado que es imposible barro transparente), empíricamente hablando, pero si se la analiza con una mirada “sacramentalizadora” de la vida y se intenta responder a los interrogantes que nos hacíamos al comienzo de estas reflexiones, no sería correcto emitir ese juicio. En este sentido, “cuando hablamos de transparencia, queremos decir que vemos a través de algo, no claramente. No vemos sin ningún tipo de interferencia. Pero a través del barro frágil y ambiguo se va revelando la presencia de Dios (…) Esta transparencia es muy importante para nosotros porque nos toca vivir en medio de un ambiente contradictorio y resquebrajado, donde tantas fuerzas chocan y nos envuelven a nosotros. La transparencia nos unifica”[1].
Desde esta nueva perspectiva, podemos entonces acercarnos al “pensamiento sacramental”, como lo llama Leonardo Boff, aplicándole algunas características al barro y dejando que él nos hable. Habla en primer lugar de inmanencia, haciendo referencia a que la cosa está ahí (tiene su peso, composición, etc.), luego de trascendencia, en el sentido que nos invoca y evoca otra realidad que no es barro. En este sentido, el barro se vuelve transparente. Está siempre allí, pero desde su interior nos lleva trascender la mirada puramente material del mismo, por lo cual se vuelve transparente y nos permite hallar dentro de él, un misterio inagotable.
Al fin y al cabo, un sacramento, es un signo visible del amor que Dios nos tiene. Por eso, “la transparencia quiere decir exactamente eso: lo trascendente se hace presente en lo inmanente, logrando que esto se vuelva transparente a la realidad de aquello. Lo trascendente irrumpiendo dentro de lo inmanente, transfigura lo inmanente, lo vuelve transparente. Entender esto es entender el pensamiento sacramental y la estructura del sacramento”[2].
El barro es un elemento contradictorio dijimos anteriormente, ya que por un lado se trata de “saltar el charco”, de no ensuciarse ni mancharse, pero por otro, se trata de un elemento necesario, ya que puede ser elemento de construcción.
Es una mirada desafiante integrar estas dos ideas del barro como algo que ensucia y destruye, o el barro que construye y ayuda, para pasar a verlo como el fruto de la combinación del agua y la tierra. Agua que viene de lo alto, da vida, agua que es regalo, y tierra que es nuestro hogar, nuestro corazón, nuestra realidad y nuestra humanidad. El barro se vuelve entonces elemento necesario, mediador y conciliador de la acción de Dios en nuestra vida. De esta manera transparenta a Dios.
Caminar el barro de la vida, caminar el barro de la humanidad, caminar el barro de las miserias, caminar el barro del trabajo y la comunidad, caminar el barro de las adicciones, caminar el barro de los jóvenes, para descubrir las huellas de Dios alfarero, de Dios caminante.
Por eso, consideramos necesario el adentrarnos en la experiencia del barro, el animarnos a pisarlo, caminarlo, sentirlo, palparlo. Solo embarrándonos podremos penetrar en el misterio que allí se esconde, misterio que nos lleva a encontrarnos cara a cara con Dios y nos invita a la conversión continua, forjando con esta actitud, la construcción de la cultura de barro.
La invitación es a cultivar esta mirada "sacramentalizadora" de la vida, para adentrarnos verdaderamente en el barro sagrado de nuestros pibes, de la calle, de nuestras propias, para desde ese contacto poder responder al grito que desde allí surge.
Emiliano
CULTURA DE BARRO
[1] GONZALEZ BUELTA SJ Benjamín, Bajar al encuentro de Dios, Sal Terrae, Santander, 1988, p.p. 57.
[2] BOFF Leonardo, Los sacramentos de la vida, Sal Terrae, Santander, 1991, p.p. 37.
"Nada es demasiado insignificante. Somos tan pequeños que miramos todo desde una óptica de pequeñez. Pero el Señor, siendo todopoderoso, ve hasta lo más pequeño como grande."
ResponderBorrar"Un día, saqué a un hombre de una cloaca. Su cuerpo estaba lleno de llagas. Lo llevé a Nirmal Hrday, que es la casa del amor en acción. Lo limpiamos, lo bañamos y curamos sus heridas. Durante todo ese tiempo nunca se quejo y no había rastros de miedo en su expresión. Lo único que me dijo fue: “ Siempre viví como un animal en las calles, pero ahora voy a morir como un ángel”. Me sonrió de un modo bellísimo y murió. Su sonrisa permanece siempre en mi mente y en mi corazón . Es de la más hermosas que he visto."
- Madre Teresa -