Hoy se cumple un año de la partida de Gabriel. Nos volvimos
a reunir para marchar en tu memoria, para que el grito se escuche, para que
ningún pibe vuelva a perder la vida. Una vez más, Gabi, tu ausencia nos
convocó. Imposible que no sea así, es un deber y una responsabilidad nuestra el
recordarte y contarle al mundo de vos, aunque a lo mejor no haga tanta falta,
ya que todos te conocían y sabían lo bueno, amable y dulce que eras. No podemos
callar, porque queremos agradecer por tu vida y tu testimonio, y porque
queremos contarle a nuestra ciudad y al mundo entero que moriste víctima de la
violencia, de la absurda violencia. También queremos decirle que no fuiste el
único, sino que ya son muchos los que se fueron antes de tiempo porque les truncaron
los sueños y les arrebataron la esperanza.
Tu vida fue un sendero a seguir y tu muerte, dolorosa y desgarradora
al principio, se convirtió en una primavera, como una Pascua anticipada,
transformando lo viejo en nuevo, alimentando una fe que se reaviva en la lucha
y en el convencimiento de que ningún pibe debe morir; encendiendo aquella fe
que ya parecía esfumarse en cientos de noches de desvelo.
Y por eso nos reunimos y marchamos. Aquella vez marchamos a
la comisaría, para recibir respuestas que, en realidad, nadie nos puede dar.
Porque cuando nos preguntamos por qué el resultado de un partido de fútbol debe
ser el detonante de un tiroteo que termine con la vida de un pibe, no hay
respuesta lógica que sea válida. Porque si la hubiera, ayer tampoco hubieran
muerto dos muchachos por el mismo motivo. Y por eso marchamos, porque no puede
ser el fútbol más importante que la vida de los pibes, porque no es justo que
en la televisión se hable más del análisis del partido que de los jóvenes que
perdieron la vida. Marchamos para que todos seamos conscientes de lo que nos está pasando.
En la búsqueda de respuestas también fuimos hasta las
autoridades gubernamentales correspondientes, para contarles lo que nos pasa y
para explicarles (por que parece que están confundidos) que urbanizar no solamente significa abrir calles y poner luces,
sino que implica edificar el mejor club, la mejor plaza, la mejor escuela y el
mejor hospital para que los pibes y las pibas de los barrios puedan acceder a
ellos.
Buscamos respuestas en los medios, tratando de concientizar,
de dar a conocer lo que pasó con Gabi y con tantos otros pibes para que
entendamos que son ellos, los jóvenes, los herederos de este presente y los
constructores del futuro, y que cada vez que muere un pibe, estamos matando una
parte de nuestra historia.
Y como no encontramos demasiadas respuestas, se nos ocurrió
que la mejor manera de hacer memoria era festejándote, para agradecer por el
tiempo que estuviste acá. Y por eso hubo música, que te gustaba tanto, para recordarte
a vos y también para recordarnos a nosotros que el tiempo que brilló tu
estrella y volaron tus sueños, fue un tiempo para aprender y dejarse acariciar
el corazón por esa presencia cálida y serena que nos hablaba de Dios en cada
gesto.
Por eso hubo música, mezclada por ahí con algunos llantos y
lamentos, porque podíamos hacer de todo menos quedarnos quietos y callados, y
porque la Pascua tiene eso que nos suele costar, ese paso de lo viejo a lo
nuevo, ese llorarte porque ya no estás con nosotros, pero al mismo tiempo ese
sentir que si extiendo la mano, estas ahí. Y estas ahí, Gabi, porque como te
supo cantar Varón en sus versos, “te pienso en absoluto silencio, en un posible
camino de soledad que atraviesa mi barrio. Me veo y te veo. Miro y veo esa
línea sevillana de dientes a punto de estallar en sonrisas que rompen lo
oscuro, el fuego con el cual te quiero abrazar… y te voy abrazar.”
Hasta pronto, Gabi.
Mariano
CULTURA DE BARRO
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