domingo, 10 de marzo de 2019

Tratar de ganarle a la impotencia


Te vimos en el barrio, te vimos en las calles, te vimos en la esquina. Te vimos todo el día yirando con tus hermanos. Te vimos solo, te vimos golpeado, te vimos lastimado. Te vimos triste, te vimos enojado, te vimos masticando bronca a más no poder.

Te vimos llegar a casa, te vimos comenzar nuestros espacios. Te vimos empezar en el oratorio, te vimos jugar, te vimos divertirte, te vimos patear. Te vimos pelearte, pegarle algún sopapo a alguno. Te retamos, te vimos pedir perdón y también te vimos hacerte el boludo. Te vimos correr, te vimos putear, te vimos saltar. Te vimos saltar la soga, jugar al quemado y hacer trampa en el dos perros para un hueso. Te vimos sonreír, aunque no siempre.

Te vimos crecer. Te vimos correr en casa, te vimos tirar piedras, te vimos romper las plantas. Te vimos venir a pedir comida. Te vimos llorar cuando tu hermano se pegó un tiro. Te vimos no dejar nunca de extrañarlo. Te vimos querer a tu abuela. Te vimos odiar a tu viejo. Te vimos escaparte de tu casa lo más que podías, aunque el refugio de la calle noche tras noche se iba asemejando a un infierno cada vez más difícil de salir. Te vimos furioso cuando la policía se llevó a tu mamá. Te vimos destrozado cuando te separaron de tus hermanos. Te vimos solo, más solo que nunca. Vimos tus primeros tropiezos.

Te vimos empezar a robar. Te vimos juntar con gente que te hacía mal. Te vimos desafiar cada norma y cada límite con el que intentábamos, como nos sale, ayudarte a crecer. Te vimos consumir. Te vimos violentarte un poco más. Te vimos bardearnos. Te vimos querer salir una y otra vez. Te vimos no poder hacerlo. Te vimos meterte con nuestros sentimientos, con nuestras opciones y con nuestras cosas. Nos enojamos. Nos pusimos tristes. A veces hasta furiosos. También te puteamos y te bardeamos. Se nos acabaron las respuestas y los slogans de manual. La cruda realidad se nos ponía cara a cara y desafiaba nuestra labor cotidiana y nuestras opciones. Te vimos cada día más cerca abrazado al peligro y cada noche más cerca del dolor y la tragedia.  Te vimos en la boca de los vecinos. Te vimos en las viles intenciones de las fuerzas de seguridad.

Ahora te vemos preso. Vemos tu nombre y tus fotos en los principales diarios y sitios de internet de la ciudad. Te vemos como el “rompedor de puertas del centro”. Vemos, puteamos y hasta lloramos ante cada comentario en los diarios digitales que te desea mucho sufrimiento y el peor de los destinos. Vemos pedir tu cabeza. Vemos sueños de prisión eterna para tu cuerpo. Vemos deseos de sangre. Vemos odio, enojo, rencor. Vemos alegría al imaginar lo que te estarán haciendo en la cárcel.

¿Cómo ver a Jesús, frente a historias desoladoras y vidas llenas de dolor y sufrimiento? ¿Cómo no perder la esperanza? ¿Cómo no dudar, si tantas vecemos hicimos todo lo posible (y otras no…) para que nuestros pibes y nuestras pibas puedan esquivar la vulneración de derechos, y sin embargo, todo sigue igual? ¿Cómo no llenarse de bronca si a veces todo lo que hacemos parece no alcanzar?

Frente a este panorama, me quedo con una frase del Evangelio del jueves pasado: “renúnciate a ti mismo”. No creo en un Dios que quiera sacrificios inútiles, sino en un Dios que quiere que todos y todas vivamos bien. Por eso hoy creo que el “renunciar a mí mismo” es renunciar a mi mirada, a nuestra mirada: que muchas veces es prejuiciosa, estigmatizadora, pesimista, desesperanzada, rígida, rencorosa… Y aprovechando que estamos en Cuaresma, donde pareciera que la “conversión” es una invitación bien concreta, pido al buen Dios de la Vida esa conversión: la conversión de la mirada. Con el deseo de que podamos tener una mirada un poco más parecida a la de él: liberadora, compasiva, esperanzadora, misericordiosa, comprensiva, profunda, dignificante…  Creo que con sólo cambiar la mirada y ayudar a cambiar la mirada a otros, muchas historias pueden ser transformadas. Y, sobre todo, la experiencia de compartir con tantos animadores y animadoras que han podido transformar su mirada y, sobre todo, vidas concretas de pibes y de pibas, me renueva el entusiasmo y la confianza y me ayuda a seguir apostando por la posibilidad de vivir de otra manera. Pero primero, convertir la mirada…porque sino, tengo el miedo y la sospecha de estas historias como la de recién, pueden repetirse cada vez mas..


Mauro

CULTURA DE BARRO


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