Misericordia, una palabra que suele ser más o menos cotidiana. Por un lado y otro, oímos de ella, y muchas veces queda allí en algo oído al pasar. Hagamos memoria de que quiere significar esta palabra...
Proviene de dos términos latinos: misere y cordis. El primero hace alusión a "lo miserable", "la miseria"; mientras que el segundo se refiere a "corazón". De aquí, podríamos decir que la misericordia es poner el corazón ante la miseria del Otro. ¿Que hay de nuevo en esto, más de una vez lo hemos escuchado?
Últimamente esta "palabra" viene resonando mucho. Hace poco Francisco anuncio el Jubileo extraordinario de la misericordia que comenzará el 8 de diciembre próximo ¿Qué nos querrá estar diciendo con esto?
Más de una vez se nos ha advertido que, cuando hacemos opción por el Reino, no nos figuremos como si estuviésemos en un supermercado. Claro, por que allí vamos tomando lo que nos gusta y descartando aquello que no. Nuestro compromiso con la Buena Noticia exige rotundamente que no descartemos, la fe es una y debemos aceptarla en su integridad. A veces pasa que la misericordia es descartada... ¿Pero cómo si creemos profundamente en que Dios es plenamente misericordioso? Nadie difiere en ello, pero olvidamos que la misericordia se da en dos direcciones: una de Dios para con su pueblo y con cada uno de sus hijos en particular; y la otra, tan necesaria, entre sus hijos, aquí abajo.
Como Dios pone su grandeza, su inmenso corazón ante nuestra miseria; así también nosotros debemos hacerlo unos con otros. El problema surge cuando el rencor, la bronca no deja hacerlo. Es verdad, que para ser misericordiosos y sanar heridas, también debe de haber, en el otro, algún sentimiento, por más chiquito que sea, de arrepentimiento. Pero que no lo haya, no nos habilita a condenar a nadie.
Es así que la misericordia requiere de gestos concretos, prácticos. Hace un tiempito escuchaba a un cura que decía algo así: "Si en el barrio hablamos de misericordia, tratamos de que no quede en algo volado; es ser misericordioso con el que ayer robo, mató o anda a saber que hizo. Y hoy está acá al lado mío" Estas palabras me hicieron recordar a aquellas que expresaba Mons. Pedro Casaldáliga:
"La comprensión del prójimo suele estar en proporción inversa a su proximidad.
Es fácil tener misericordia al hombre distante (...)"
En estos días hemos sido testigos de esto. Nos compadecimos tanto ante el terremoto de Nepal, mientras, aquí en la calle, no sabíamos que pasaba; mientras alguien cercano nos pedía perdón y nosotros decíamos no puedo hacerlo. Como dijo aquel cura la misericordia debe jugarse acá al lado mío.
Nuestros espacios pastorales, tienen necesariamente que educar en la misericordia. Y esto empieza entre los que formamos parte de ello, sino ¿cómo podríamos salir a ser misericordiosos "afuera" si "adentro" no lo somos? Tenemos que dejar de lado el rencor, y salir al encuentro del más "cercano" que está más alejado. De otro modo me imaginaría una reversión del pasaje del "Hijo pródigo" o "El Padre misericordioso" (como suele denominarse a Lc. 15. 11-32) en dónde el hijo arrepentido vuelve corriendo a la casa del padre, y éste, sin compasión alguna, cierra la puerta en su cara...
Ojalá que en cada uno de nuestros lugares podamos hacer caso al deseo de Francisco:
Nuestros espacios pastorales, tienen necesariamente que educar en la misericordia. Y esto empieza entre los que formamos parte de ello, sino ¿cómo podríamos salir a ser misericordiosos "afuera" si "adentro" no lo somos? Tenemos que dejar de lado el rencor, y salir al encuentro del más "cercano" que está más alejado. De otro modo me imaginaría una reversión del pasaje del "Hijo pródigo" o "El Padre misericordioso" (como suele denominarse a Lc. 15. 11-32) en dónde el hijo arrepentido vuelve corriendo a la casa del padre, y éste, sin compasión alguna, cierra la puerta en su cara...
Ojalá que en cada uno de nuestros lugares podamos hacer caso al deseo de Francisco:
"Es mi vivo deseo que el pueblo cristiano reflexione durante el Jubileo sobre las obras de misericordia corporales y espirituales. Será un modo para despertar nuestra conciencia, muchas veces aletargada ante el drama de la pobreza, y para entrar todavía más en el corazón del Evangelio, donde los pobres son los privilegiados de la misericordia divina. La predicación de Jesús nos presenta estas obras de misericordia para que podamos darnos cuenta si vivimos o no como discípulos suyos (...) " [1]
Para seguir reflexionando:
- ¿Recordas cuáles son las obras de misericordia?
- ¿Cómo puede hacer presente a la misericordia en mi grupo, en mi familia o con mis amigos para ser un fiel discípulo de Cristo?
CULTURA DE BARRO
[1] FRANCISCO, Misericordiae Vultus, Ciudad del Vaticano, 2015, N°15
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