lunes, 16 de febrero de 2015

Embarrarse, contemplar y seguir andando...



Luego de todas las actividades pastorales de verano, colonias de vacaciones, espacios de formación, misiones, campamentos juveniles, oratorios de verano, entre otras cosas, es bueno parar un poco y detenerse a contemplar lo vivido, para agradecer el presente y proyectar el futuro.

Podemos pensar nuestras prácticas pastorales desde tres acciones: el embarrarnos, contemplar el barro y seguir andando.

Embarrarse: Sin dudas que al participar y enfrentarnos con alguna práctica pastoral podemos transitarla de diversas maneras. Podemos vivirla desde lejos como quien calcula un charco para esquivarlo, pegar un salto pasando rápidamente por arriba y lejos del barro, o podemos aventurarnos a pisar el barro, transitándolo de tal manera que sea imposible no embarrarse, haciendo experiencia, echando raíces, involucrándonos y comprometiéndonos.

De vivencias superficiales y desentendidas, solo pueden quedar como bellos recuerdos algunas fotos lindas, anécdotas graciosas, cantar saltando alguna canción, entre otras cosas que tarde o temprano se olvidarán o pasarán. En cambio, de vivencias comprometidas podemos recoger las manchas de barro y volverlas aprendizaje para la vida.

Embarrarse es “abajarse” a la realidad, dejarse transformar por la experiencia, aprender de los demás, sentir que el corazón late al compás del compartir, ser feliz en el dar, abrazar la realidad con sus límites y sus riquezas. Es dar lo mejor de uno en cada momento, es poner al otro en el centro, es creer que Dios habita entre los más pequeños y allí nos espera.

Podemos preguntarnos: ¿cómo he vivido las actividades pastorales de verano?, ¿cómo ha sido mi compromiso en ellas?, ¿fue un animador jugado o un turista privilegiado?, ¿qué recuerdos son los que más me hacen vibrar?, ¿pude echar raíces en el apostolado o pasé desentendido?

Contemplar el barro: Conscientes de que entrar el barro es animarse a caminar la realidad, empaparse de ella, podemos pensarlo como un espacio sagrado, de encuentro con Dios que se hace presente en cada persona, momento, lugar histórico. Por eso, al igual que Dios le pide a Moisés: “quítate las sandalias porque el lugar donde estás parado es tierra sagrada” (Ex. 3,5).

Estas experiencias nos dejan manchados de barro. Barro que se transforma en nuevas miradas, nueva experiencia de Dios. Nos quitamos las sandalias (nuestros prejuicios, miedos, esquemas) porque hacemos un verdadero contacto con Dios y nos dejamos sorprender. Intentamos no dañar la tierra, respetarla, cuidarla.

No solo hay que embarrarse, es necesario contemplar el barro, para desentrañar de allí la faceta de Dios que se nos reveló en cada experiencia, para encontrarnos con Él y dar gracias. Descubrir a Dios que se nos presenta como Dios joven, Dios pobre, Dios alegre, Dios en el sufrimiento, entre otras cosas. La tarea de cada uno debe ser entonces, pasar por el corazón la experiencia vivida y poder ir más a fondo que las fotos o anécdotas, para descubrir qué rostro de Dios se nos reveló.

Podemos preguntarnos: ¿puedo reconocer el paso de Dios en el apostolado?, ¿qué rostro de Dios creo haber encontrado?, ¿pude hacer la experiencia de descalzarme para dejarme abrazar por Dios?, ¿me regalé algunos minutos para volver a pasar la experiencia por el corazón?

Seguir andando: Luego de caminar el barro (empaparse de realidad), contemplar las manchas (el paso de Dios en nuestra vida), es necesario seguir andando. Es necesario hacer memoria agradecida por todo lo vivido, pero es necesario también salir nuevamente a seguir caminando.

Sin dudas que cuesta mucho seguir, porque duele irse, las despedidas, dejar tierra sagrada. Pero este dolor es algo que también tenemos que agradecer, porque es signo de haber echado raíces, de un estar comprometido que no ha pasado desapercibido. ¡Sería triste que no duela!

Así como el papa Francisco insiste con una Iglesia en salida, no podemos encerrarnos en experiencias que nos hacen bien y duran un par de semanas. Es necesario pensar que la vida sigue y nos exige un compromiso para con ella, en lo cotidiano, en lo de todos los días.

La forma de seguir a Tata Dios que nos regaló Don Bosco, no se caracteriza por encontrarlo en grandes eventos extraordinarios, como pueden ser las cortas actividades de verano, sino que el desafío es encontrarlo en lo ordinario. De eso se trata, abrazar estas experiencias significativas y hacerlas un empujón para caminar durante el año. Anidar todos estos momentos de encuentro con Dios en el fondo del corazón, para que cuando a lo largo del año el cansancio nos achaque, podamos recordar que vale la pena jugarse la vida por Tata Dios, cansarse por Él.

Podemos preguntarnos: ¿pude echar raíces en las experiencias de verano?, ¿pude ver en las experiencias tierra sagrada de encuentro con Dios?, ¿qué experiencias anido para caminar este año?, ¿cómo estoy para comenzar un intenso año de apostolado?

Una breve reflexión del obispo brasileño Pedro Casaldáliga, puede ayudarnos a sintetizar estas líneas: “Al final de mis días me dirán: ¿has vivido?, ¿has amado?, y yo, sin decir nada, abriré mi corazón lleno de nombres”.

¡Gracias Señor por salir a nuestro encuentro entre los pibes!

¡Creemos en el Dios que ama a los jóvenes!



 Emiliano

CULTURA DE BARRO

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