lunes, 16 de junio de 2014

El Oratorio de Don Bosco, ¿es una propuesta actual?

“El oratorio festivo de Don Bosco ya no sirve más, no responde a esta realidad, los pibes necesitan trabajo, que le ayudemos a tramitar el DNI, y todo esas cosas”. Este fue un comentario que hizo un animador salesiano hace más de 5 años en una charla y todavía siguen haciendo eco dentro mío. ¿No sirve más?, ¿por qué?, ¿qué opinaría el mismo Don Bosco de esto? Pensando un poco, la frase es ambigua, por lo cual, aquí van un par de reflexiones en torno a ella.

En primer lugar, la frase (que resulta chocante al principio), tiene algo de razón, si hacemos una mirada a lo que hoy comprendemos por Oratorio y lo que Don Bosco hizo junto a los jóvenes que el Señor le confió.
Hacer referencia al Oratorio hoy, es mencionar un espacio donde se juega, un espacio donde se toma un mate cocido y se cantan canciones festivas; es el torneo de fútbol de los sábados por la tarde; es el patio del “cole” siempre abierto; es un patio lleno de chicos que ríen y gritan; es la murga, el taller de pulseritas, una tarde llena de música y dibujos; es el cantito de bendición que todos entonan con fuerza. Hoy entendemos al oratorio como todo eso, y sin embargo es lícito preguntarnos: ¿es todo eso nomás?

El concepto de Oratorio se ha ido desdibujando. En muchos casos, ya no es una propuesta educativa pastoral para la promoción integral de los jóvenes, no es la vivencia armónica del patio-casa-escuela-parroquia, no es propuesta de santidad, no es invitación a vivir la espiritualidad juvenil salesiana.
Todas las actividades que mencionamos anteriormente son necesarias. Ahora, podemos cuestionar cuál es nuestro aporte principal a la realidad juvenil, qué de diferente podemos ofrecerles dado que otras personas podrían hacer todas las cosas mencionadas mucho más profesionalmente e incluso más eficazmente. ¿Cuántas veces en nuestro discurso decimos “hagamos juegos oratorianos”, “que sea una tarde oratoriana”, entre otras expresiones, que encierran al Oratorio en una concepción fragmentada y parcial?

Una duda que me parece oportuna mencionar, es la reflexión en torno a qué se refería cuando asevera que el Oratorio festivo de Don Bosco “no sirve más, no responde a esta realidad”. A primera vista, es cierto, no sirve el Oratorio tal cual lo implementaba el santo allá en el siglo XIX, pero ello sin dudas que no quiere decir que no sea válido hoy.

Si profundizamos un poco, cuántas veces aflora en nuestro discurso una noción de tradición ligada a la conservación, donde parece que hoy, en el siglo XXI debemos volver a plasmar la misma idea de oratorio que Don Bosco tenía. Eso sería traicionarlo, porque perderíamos la capacidad y el don de leer la realidad como él lo hacía, y por ende, de responder a los signos de los tiempos y lo que ellos reclaman.

El llamado a volver a Don Bosco, es comprender la tradición en clave de resignificación, que no es lo mismo que traducción (no modifica las prácticas, las tradiciones, entre otras cosas). Resignificar el Oratorio, es animarse a la aventura de refundarlo constantemente desde el grito de los jóvenes y su realidad compleja, cuestionante, desestabilizadora y dinámica.

Este resignificar la vida y la respuesta del Oratorio, es animarnos a cuestionar nuestras estructuras, animarnos a soñar con propuestas más cualificadas, animarnos a pensar un Oratorio “en salida hacia las periferias”, como tanto nos invita el Papa Francisco.

Por último, queremos volver a la frase del comienzo, destacando su carácter un tanto reductivo, por dejar afuera situaciones que Don Bosco hoy hubiese contemplado y seguramente hubiese respondido. Basta pensar en los jóvenes que llenaron el patio de Valdocco, y ante su falta de familia encontraron un padre, ante el ocio encontraron una escuela de trabajo, ante el analfabetismo una escuela, ante la falta de un hogar una casa de puertas abiertas. Don Bosco no tuvo miedo a ampliar su propuesta inicial, hasta el punto de animarse a la aventura de fundar una congregación misma con pibes que allí crecieron.

Este es el desafío, no tener miedo a abrazar la realidad de los jóvenes y escuchar sus gritos, para preocuparnos, pero también para ocuparnos, en brindar desde nuestro espacio, una propuesta cualificada que ayude a la promoción integral de cada uno.

De a poco hemos ido fragmentando esta riqueza tan grande que nos regaló nuestro papá, nos vamos quedando con una parte que es sumamente valorable y necesaria, pero descuidamos la intuición más grande, que fue convertir todo lo anterior, en propuesta de santidad, en medio para alcanzar la vida eterna y hacerse amigo de Jesús.

El don más grande que tenemos para ofrecer a los pibes es la amistad con Jesús, sentirnos y hacerlos sentir hijos de un Papá que los ama profundamente y los quiere felices para siempre, sin embargo, parece que hay que esconderlo, taparlo porque “lo nuestro es más social”, “que no se note”, “puede ser muy chocante”, cuando si realmente los amamos a los chicos, “no podemos callar lo que hemos visto y oído” (Hch. 4,20). Este ambiente de santidad era el que emanaba desde Valdocco y hoy tiene que inundar nuestros apostolados.

Todo esto nos lleva a pensar que en el sentido comentado, el Oratorio no sirve, siempre y cuando perdamos el centro (propuesta de santidad para nosotros y los pibes en la alegría), y lo encerremos a una concepción que lo reduce a un activismo que fragmente la praxis educativa pastoral, sin favorecer la promoción integral, no parcial.


Es un desafío repensar, refundar, resignificar nuestro Oratorio constantemente, animándonos a responder a la realidad que nos interpela, con la convicción de que el mismo no se reduce a estructuras, lugares o formas, sino que se trata de vivirlo como estilo de vida. De esta manera, seremos fieles a la intuición de Don Bosco y la urgencia de trabajar por los jóvenes.


Emiliano

CULTURA DE BARRO



Los invitamos a seguir reflexionando sobre el tema escuchando la canción "santo callejero" de Eduardo Meana.




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