¿Es un pibe el que va atrás no?, nos preguntamos. Silencio. Miradas perdidas. Cuesta mantener agarrado el volante. Se repite la pregunta, que estalla y resuena como un trueno que acompaña el frío y gris día. Más silencio. Solo mirar, mirar con los ojos del corazón, mirar con los ojos que de apoco se humedecen.
Sentados en la camioneta, detrás del móvil y circulando a “paso de hombre”, entramos a la recta que desemboca en la cárcel de menores (600 metros aproximadamente). No queremos perder detalle.
El pibe mira hacia el frente, contempla el horizonte, intento hacer lo mismo y allá adelante, al final del camino, llego a divisar alambrados y rejas. Nada más. Inmediatamente a modo de bombardeo y sonidos molestos vienen a mi cabeza comentarios insolentes de unos cuantos inspirados que gritan a coro: “¡si a la baja de edad!”, “¡hay que quemarlos a todos!”, “¡uno menos!”, “¡queremos seguridad, respeten nuestros derechos!”, “¡enciérrenlos!”, “¡que se pudran ahí adentro!”, “¡más policía en la calle!”, “¿qué cárcel ni que cárcel?, ¡dos tiros y listo!”. ¡BASTA QUE ME ATURDEN! Basta, dejen de decir eso. Ahora que lo pienso mejor, claro, ahí cierra todo. Ese es el horizonte que el pibe contemplaba, el horizonte que la sociedad se encargó de imponerle y hacerle creer, el horizonte y la meta que nuestro querido sistema excluyente y crucificador pudo regalarle a este pibe. Al fin de cuentas alguien necesitaba que él termine así para seguir lucrando en otro lado seguramente.
Me da lástima hermano verte así y no poder preguntarte ¿cuáles son tus sueños?, ¿qué cosas te gustan hacer?, ¿qué tal tu familia?, ¿te gusta el fútbol?, ¿cuál es tu cuarteto preferido?, ¿sos pirata, matador o de la gloria?, ¿tenés algo para comer en la semana?, ¿pudiste estudiar?, ¿cuántas veces te humillaron o te bardearon por usar gorrita?, ¿qué pasó que te creíste el verso de que naciste choro? Hermano te veo así y pienso en un tipo que como vos, hace más de 2000 años, recontra solo enfrentó un camino parecido a este, y allá fue, hacia un horizonte injusto, impuesto también por un sistema exclusor. Te aseguro que te está abrazando y camina con vos. Y nosotros desde atrás, ahí vamos, no sé si me escuchas por el vidrio, pero acá estamos, te hacemos el aguante.
Lo miramos nuevamente y vemos como gira la cabeza observando a sus costados. Solo se ven campos que de a poco agarran su verde natural por tanta lluvia. Se ve eso y nada más. En la recta final, se fueron todos, ahí estás solo (salvo los dos policías). Otra vez resuenan unas cuantas voces no tan extrañas que me aturden: “¿para qué defendes a estos negros?”, “¡dejá de venderles ilusiones!”, “¡ya no cambian más!”, “¡no pierdan el tiempo!”, “¡nacieron así, vivieron así y se van a morir así, ya están acostumbrados a esa vida!”, “¡dejá de tirártela de salvador!”. ¡BASTA DE NUEVO! No puede ser tan cierta y significativa la imagen, así como viniste al mundo, así te encierran ahora. ¡Pero claro!, si nadie se calentó por vos y estuviste toda la vida solo, ¿cómo alguien se va a acercar a un negrito así? Esta soledad no es casualidad. Es consecuencia de una gran brecha que se abre cada vez más entre “ellos” y “nosotros”, brecha cargada de prejuicios, rótulos, discriminación, falta de oportunidades, entre otros tipos de violencias. Hermano, este mismo tipo que te comentaba antes, cada vez se parece más a vos, tenía una banda de amigos y seguidores, pero cuando lo mandaron al muere nadie estuvo ahí, se borraron todos. Quedó solamente al pie de la cruz, su madre. ¿Qué estará sintiendo tu madre, hermano?, ¿cuánto debe estar llorando?, seguramente sea ella la que al pie de esta cruz, venga a visitarte y ahí se quede, firme y segura.
El ingreso cada vez está más cerca. Todo se hace más lento. Movés tu cabeza inquieta. Vos tenés que seguir derecho, nosotros tenemos que doblar, ya que entramos por lados distintos. Silencio. Por fin nos vemos las caras mientras nos adelantamos. Más silencio y frío. ¿Por qué estás así?, ¿quién te dejó la cara de esa manera?, ¿quiénes te pegaron?, ¡estás todo hinchado y roto!, ¿qué te paso?, ¿por qué te tratan como un viejo si sos un pibe? Ahora sí, te toca atravesar la puerta, ya nos encontraremos dentro.
Por último, con el rostro desfigurado, hay que esconderte y encerrarte. No alcanza con la humillación y la “vida” que se te impuso, nos sentimos más seguros si te esconden allá entre rejas y en el medio del campo, ya que al fin de cuentas ese es tu lugar parece.
Hermano, definitivamente me haces acordar a Jesús, que abrazó la cruz todo roto y ahí terminó. Obviamente era más fácil condenarte y confinarte al encierro, si tu vida cuestiona nuestras actitudes, nuestros esquemas, nuestra radicalidad, nuestro seguimiento de Cristo. No sirve que estés suelto, porque mientras lo hagas, sos una gran pancarta viva que denuncia la injusticia y la incompetencia de un sistema excluyente y de una parte de la sociedad cómplice con este. Es más fácil, para todos estos, decir ¡marche preso!, que preguntarse ¿por qué llegaste ahí?, ¿qué hicimos o que no hicimos para que tu vida fuera distinta?, ¿qué oportunidad tuviste?, ¿quién te dio laburo aunque en tu DNI diga que sos de la villa?, ¿quién se preocupó para que estudies en lugar de salir a buscar algo para comer?, ¿quién se preguntó verdaderamente por qué llegaste a robar? Y ahí estás, descalzo, las rejas, el suelo húmedo, un pozo en el piso a modo de baño, una cama de hormigón armado, ropa maltrecha, candados, las paredes arruinadas. Lo que te quedaba de dignidad, quédate seguro que te lo van a sacar, como a Jesús.
Sin embargo, no sé si estas palabras te puedan servir hermano, no sé ni siquiera si las necesitas en este momento de dolor, de tristeza, de bronca, de desconsuelo total, pero te aseguro, que así como te seguimos con la camioneta, mucha gente te sigue. Todavía son muchos quienes saben que en el fondo sos inocente, o mejor dicho, sos una víctima. Son muchos los que creen que tu vida vale, son muchos los que se animan a embarrarse para encontrarse con otros hermanos tuyos, son muchos los que en nombre de este loco que te contaba, día a día luchan para hacer presente el Reino de Dios, para hacer de este un mundo donde todos tengan cabida. Te acompaño en la oración, y espero que allí adentro nos podamos encontrar, para darte un abrazo, charlar y darte las gracias, porque tu vida cuestiona nuestras vidas, tu injusto presente cuestiona directamente nuestro seguimiento comprometido o no de Cristo, cuestiona nuestro cristianismo muchas veces autorreferencial, discursivo y de escritorio. Cuestiona nuestra mirada superficial, que se queda con tu error pero no puede ir más allá, no puede profundizar.
¡Perdón por ser muchas veces cómplices y gracias por desestabilizarnos!
¡Jesucristo, Señor de la historia, te necesitamos!
Emiliano
CULTURA DE BARRO
gracias por compartirlo Emi
ResponderBorrarMucha verdad! Ojalá algún dia la mayoría piense como vos Emi ! Para muchos es más fácil hablar desde afuera sin conocer cómo, por qué, cuándo, de la otra persona, es una forma de sentirse superior x el solo hecho de tener mas, pero se olvidan q son hombres igual que todos... Muchas gracias por tus palabras!
ResponderBorrarsimplemente gracias por poder poner en palabras lo que también nosotros sentimos cada sábado que visitamos el penal de menores de Salta. Es tan compartido el sentimiento, que nos pone contentos saber que somos muchos los que confiamos en los pibes! ACA ESTAMOS! PARA HACERLES EL AGUANTE!
ResponderBorrarCuán necesitados estamos de reconocer la fragilidad que nos hermana!!!
ResponderBorrarGRACIAS